Marianito era la víctima ideal. No era del pueblo, gordo y con voz aflautada. No jugaba al fútbol ni a las figus, su madre lo retaba si se ensuciaba, decía. Su espalda en el primer banco, era el blanco preferido de las tizas. Los más grandes le robaban la merienda en los recreos, los más chicos lo esquivábamos, ser víctima es contagioso, eso es lo primero que se aprende en la escuela.
Un día apareció con un par de gafas rídiculas, negras y demasiados grandes para su carita regordeta. Cuatro ojos, anteojito, cerdo inmundo, gordo chancho, tizas y papelitos, le dieron la bienvenida. Esta vez, a diferencia de las anteriores intentó defenderse, pero fue en vano, no conocía los códigos ni los tiempos, no dominaba la habilidad para hacer lo prohibido en el exacto momento en que la maestra se da vuelta para escribir en el pizarrón, ella lo vio.
-Cacciabue de pie- gritó, el tono imperativo de su voz petrificó las risas.
-Yo no hice nada, ellos me ...- intentó defenderse con un hilito de voz
-De pie Cacciabue – insistió – no me diga que no hizo nada, yo lo vi.
El se paró rojo de vergüenza, miraba al piso, algunas risitas se escuchaban en los bancos del fondo.
-¿Le parece forma de comportarse tirar tizas en clase? Voy a llamar a sus padres para que tengan una charla conmigo y ahora vaya a la dirección – sentenció la maestra.
Yo estaba sentado dos bancos a su derecha, fui uno de los primeros en ver el charquito donde Cacciabue seguía parado, temblando e intentando contener las lágrimas.
-¡Mire seño se meó!- repitieron dos o tres a coro
Las risitas del fondo se convirtieron en carcajadas generales.
-Vaya al baño a limpiarse y después a la dirección- le ordenó sin ocultar el desprecio que se reflejaba en el rictus de su cara.
El, caminó hacia la salida sin levantar la mirada del piso, cuando llegó a la puerta se dio vuelta y con dos ojos llameantes de lágrimas nos dijo:
- Ojalá que todos ustedes tengan que usar anteojos para que vean lo que se siente.
- ¡¡Cacciabue!! ... ¡ Haga lo que le dije o quiere que lo suspenda! ... ¡ El resto silencio! ... ¡El próximo que se ría lo mando también a la dirección! ...Cuéntenos a todos que le parece tan gracioso, Marinelli ...

-En el colegio debía haber algo, no se qué, quizás la luz, de los veinte que terminamos el bachillerato juntos, dieciocho teníamos anteojos.
El oftalmólogo no contestó y siguió observando a través de la lampara de hendidura.
-¿Hay estadísticas acerca de eso?- insistí
Terminó de completar la ficha y luego contestó:
-Es muy inusual que tantos chicos adolescentes tengan problemas de vista. ¿De dónde es usted Marinelli?
-De Santa Lucía.
-A veces en los pueblos chicos hay ciertos patrones genéticos adversos que condicionan, la miopía es hereditaria, y en los pueblos chicos son todos medio parientes... No sé preocupe, con estos tiene que andar bien, vengase la semana que viene con los anteojos así hacemos un control.- contestó mientras completaba la receta.
-Por favor, dígame el númerito del carnet de la obra social.
-Disculpe doctor, no lo leo – le conteste, mientras le daba el carnet para que el mismo lo leyera.