El automóvil presidencial descubierto se deslizaba a velocidad moderada por las calles trazadas de antemano para aquel recorrido. El presidente alzaba su mano derecha para saludar al público que se arracimaba alrededor. De pronto un impacto, acallado en parte por el vocerío, remece la cabeza del presidente. Antes que alguien alcance a reaccionar, otro impacto destroza su cabeza y gran cantidad de sangre, huesos y tejidos son eyectados en la misma dirección, ensuciando el vestido de la primera dama, el lujoso tapiz del coche y simbólicamente, las manos del vil asesino. Muchos años se han sucedido tras este cruento hecho y aún no se dilucida este misterio. Los protagonistas han fallecido en su gran mayoría, las evidencias se han ocultado y tergiversado y sólo sobreviven con tenacidad las teorías, un amplio espectro que abarca desde las descabelladas hasta las más aterrizadas. Como siempre ocurre, el fantasma del asesinado sobrevive producto de estas especulaciones, acaso en Argentina como un anónimo hacendado, en una granja despistando a la mafia, en Europa como un desperfilado asesor político o talvez en un limbo especialmente diseñado para que otros igual que él, sobrevivan como seniles personajes que están condenados a existir eternamente en el inconsciente colectivo …