Un piano suena,
siempre suena,
sueña,
te sugiero a ti
sureña,
que un piano canta,
que un piano nos lleva.
El percutir de
sus cuerdas,
tras el toque de sus teclas amarillentas
como dientes de fumador,
me sobrecoge,
me enmudece.
Qué perturbación del aire más bella,
qué presión sonora más templada,
qué temple traen sus notas
hilvanadas cual maestro costurero.
Y tú sureña,
a mi lado
sin apenas conocerte,
junto a ti viajando,
seguramente cada uno por un lado,
que un piano suena,
que la música nos lleva...
Tus manos junto a las mías
me hablan de adrenalina,
nerviosismo,
por favor no pares pianista.
Déjame viajar
todo el día,
toda la vida,
¿te apuntas,
sureña bonita?
© Mattfisk
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