Ella preguntó, ¿por que no ver en la simpleza de un árbol algo bello?.
El miraba su alrededor sin dejar su temor de lado.
Ella al no encontrar respuesta a su pregunta intento quebrar la pared de su mirada.
El sin poder huir ante tan grande amenaza sucumbió ante el deseo de encontrar miradas.
Ella intentando descubrir lo obvio pierde la cordura de su actuar y su brújula solo apunta al sur.
El preso en la cárcel del pasado, solo pide rebaja a sus penas ante el tribunal que se burla de tan pequeña silueta.
Ella captura un minuto de eternidad con su risa que adormece y mantiene en sagrada paz la periferia de su corazón.
El herido de muerte ante tan sutil ataque responde con una explosión de sentimiento que nace en aquella montaña con forma de luna.
Ella dibuja su planeta con las raíces de su alegría reposada en el llanto de su recordado guardia.
El deja caer el florero donde se ocultaba la flor marchita que nació el invierno anterior.
Ella se balancea en las pestañas del gigante, sosteniéndose solo de su arco iris a blanco y negro.
El se embriaga con el perfume del cementerio azul que se posa sobre sus cabezas.
Ella habla en lenguas que solo entiende su desnudo y frío pecho.
El construye una escalera que lo lleva al mismo punto de inicio.
Ella se sumerge entre aplausos y abrazos, tan profundo que ahoga a sus pies.
El despierta, viendo espirales que atraviesan el sol.
Ella ciega de recuerdos pide excusas por usar el puente del mañana.
El sin mas que hacer y colmado de desesperación se divide en mil pedazos que vuelan hasta a llegar a sus labios, labios divinos, labios malditos.