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Inicio / Cuenteros Locales / Faryde / Los Tontos y Tantos Cuentos de Sabina (Parte 1)

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El ambiente ya era pesado cuando llegamos, se sentía desde la puerta. Don Martin nos recibió a la entrada, como de costumbre.

- Es un amigo. Viene de Tokio. Sabina estará fascinada de conocerle -le comenté al ver su sorpresa cuando nos vió llegar. Javier le extendió su abrigo y la mano.

- Mucho gusto, Javier Villareal.

Don Martín emitió un gruñido y nos condujo a la sala. Sabina, tan espectacular como siempre, fumaba opio en su diván morado. Sabina, la bruja. Mi bruja.

A Sabina le gustaba finalizar cualquier comentario con una frase sarcástica. Y nunca repetía sus bromas. Uno podía preguntarse cómo hacía esta mágica mujer para dominar la creatividad de tal manera, para destruir y contruir a su gusto, para ensalzar o humillar a su mundo de idiotas, sin importarle ofender o pisotear, con un estilo tan sutil que uno, como pobre espectador, no sabía si reír o llorar.

Me acerqué y le besé la mano. Susurré algunas cosas a su oído y ella levantó la mirada, buscando a Javier. No fue necesaria ninguna señal. Era EL momento divino. La mirada de Javier encarceló los ojos y el corazón de Sabina y mi bruja no pudo sino sonreír y evitar intimidarse mientras Javier se acercaba.

- Márchate, Enrique. Ve por los látigos y espérame en la recámara. Déjame sola con el señor.

A las brujas, uno no las contradice. Lo que la bruja dice, es lo que se hace. Por eso me fui. Aunque me partiera el corazón. Aunque nadie viera que, mientras subía las escaleras con los látigos y el champagne, lloraba. Lloraba porque presentía.

Esa noche, la perdí.

En la reunión de la semana siguiente, llegué solo. Don Martin me dijo que Javier ya estaba allí, entreteniendo a mi bruja.

- ¿Por qué no quiere usted venir conmigo? -le preguntaba-. Ya verá que mi padre no la decepcionará.

Mi bruja reía, con ese gesto tan particular en ella. No dejaba de negar con la cabeza. Me metí un par de línas de coca y me fui.

Tres días después, regresé.

- Sabina -le dije-. Javier y tu son hermanos.

- ¿Qué? ¿Pero qué dices? -me contestó con ese deje sarcástico típico de ella-. No seas cursi, Enrique. ¿Quieres champagne?

- ¡Pero es verdad! Fue su padre quien me lo dijo.

- Está bien. ¿Quieres champagne o no?

Quise contarle todo, pero ella no tenía ganas de escucharme. Quise decirle que su madre había muerto al darle a luz, que su padre la había abandonado, que para mí daba lo mismo, que yo igual la amaba, que estaba dispuesto a pasar mi vida con ella, que…

- Enrique, ¿quieres champagne o no?

No tuve tiempo de responderle. La gente llegó a la reunión semanal. Javier, el primero.

- ¡Mi amor! -dijo la bruja al recibirlo-. Podemos visitar a tu padre este fin de semana si quieres. Nos podemos llevar a Enrique de chofer, para que nos cuente más de sus magníficas historias mitómanas en el camino. Pero por favor, ven a verme antes de esa fecha…

Texto agregado el 02-04-2007, y leído por 120 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
02-04-2007 ahora comprendo mejor. Muy bueno. mariasol
 
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