Sabina no viste de verde porque le da hipo. Sabina no niega su locura, se atreve a estimularla. A veces, es presa de las ausencias, se siente desprotegida y hasta llora. Sabina no quiere crecer y convertirse en un ente social. Por las mañanas, Sabina se burla del tiempo. Por las noches, se transforma en un meteorito apagado que ronda por el espacio sin rumbo. Comprende que los misterios del Universo son demasiados y se conforma con conocer los de la galaxia. Sabina cree en el poder del orgasmo, usa lentes oscuros y cuenta cuentos en la Plaza de Sto. Domingo.