Mi natural debilidad me impidió negarme, pero al acudir a la cita iba preparado para todo ...
Lo cierto es que ella trasladó sin dificultad mi centro de control unos palmos hacia abajo a la primera sonrisa.
Mi atención estaba fijada, y con dificultad intenté apartar la vista de aquellos senos, evidentes, de aquellos muslos firmes y apetitosos, por no agravar más aún una situación que empezó a resultarme incómoda. Recuerdo, o me recuerdan, que mi boca balbucía sin sentido, en forma ridícula; ésto último parecía satisfacerle especialmente.
Pronto dejó de preocuparme la vista: ya no era útil a esa distancia que tendía a la nada. Mientras, ella no paraba de hablar, interrumpiéndose allá donde suponía respuestas, por mi lado peregrinas, breves o inexistentes; necesariamente, y sus ojos pícaros me lo iban radiando por etapas, ella percibía el aumento de mi interés, primario, notorio, visible. Mis pensamientos consistían en reconstrucciones imaginarias de aquello mismo que presionaba y se regodeaba sobre mi sexo, aumentando mi verguenza, rodeándola, protegida de miradas indiscretas tras aquellos dos pilares acogedores.
Mi cara, presa del ardor que bajaba desde mi frente y se concentraba en mis pómulos, resultaba patética y chistosa; un leve escalofrío recorrió mi espalda al imaginar la posibilidad de tener que salir del local desprotegido, fuera de aquel refugio provisional de mis más íntimas apetencias, ante la mirada divertida y cómplice de todo el aforo.
Ella debió notarlo, porque durante un instante se echó hacia atrás, provocándome un inmediato sudor frío, ante la ausencia de calor allí donde poco antes era más intenso.
Pero sus movimientos parecían guiarse por la presunta conversación que manteníamos, obligada a gesticular, avanzar y retorceder en un espacio cada vez más reducido.
Entonces, dejé de escucharla, de pronto. Volví a enfocar mi visión, tropezando cons sus ojos, divertidos y húmedos.
Me había preguntado algo que requería respuesta concreta.
- Este,... sí,... claro,...
Balbucí de nuevo.
Desde entonces, y hasta dentro de dos años, todos los meses recuerdo la cita.
Y disfruto de una magnífica enciclopedia de cuarenta y tres tomos, apoyada por una colección de cintas de video que atesoro en un armario.
Y un "Cdrom" de demostración que no sé lo que demuestra, por falta de parafernalia.
Quizá debiera averiguar algo más sobre en qué consiste la demostración en cuestión ...
el Turiferario
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