DE MENTIRAS Y ESTRELLAS SOLITARIAS
"Lo esencial es invisible a los ojos"
Antoine de Saint Exupéry
Nuestros cinco sentidos nos permiten aprehender el mundo que nos rodea, eso lo sabemos desde la escuela primaria. Recuerdo que mi maestra nos hacía imaginar lo que podía ser la vida sin uno de ellos, primero nos hacía cerrar los ojos, enseguida poner las manos sobre las orejas, taparnos las narices; cuando nos pedía que describiéramos el gusto que sentíamos dentro de la boca, luego de un pequeño debate llegábamos a la conclusión que eso era un no-gusto. Para el sentido del tacto, se le había ocurrido la idea de hacernos imaginar que nos quemábamos con algo incandescente, y finalmente deducíamos que sólo el olor a chamuscado de nuestra piel nos permitiría darnos cuenta del hecho. Todo esto para después preguntarnos cual de los cinco sentidos era para cada una de nosotras el más importante, cual nos protegía más, o cual nos proporcionaba mayor placer, y entonces nos hablaba de las flores y la brisa, del canto de las aves, de las nubes en el cielo o de las obras de arte. Sin embargo, lo que nunca nadie nos enseñó fue aprender a descubrir las intenciones ajenas. Eso lo tuvimos que ir aprendiendo solos, sin ninguna guía clara y muchas veces a golpes y porrazos.
Los niños aprenden a mentir poco a poco, casi sin darse cuenta, a veces por casualidad. Nuestras primeras mentiras infantiles se acompañan de rubor, síntoma que poco a poco aprendemos a dominar, para transformarlo en el de ojos cerrados y apretados que luego se convierte en un pestañeo regular, hasta que por fin, un día, nos damos cuenta de la posibilidad de no ser descubiertos, de nuestra impunidad, y entonces somos capaces de mentir descaradamente, sin pestañear. Cada persona, por supuesto, desarrolla el sentido de la mentira de manera diferente, hay quienes nunca sobrepasan el estado del rubor. Mi madre, por ejemplo, nunca ha podido mentir, porque su expresión de niña cometiendo un falta la delata implacablemente.
Pero no olvidemos que durante ese aprendizaje de la mentira propia, también vamos aprendiendo a descubrir las mentiras ajenas; así, muchas veces nos basta con mirar a otra persona a los ojos para saber si podemos confiar en ella o no.
En la prehistoria, cuando aún no se desarrollaba el lenguaje hablado, los seres humanos se comunicaban por medio de gestos, tal vez por telepatía... Y en ese comunicar por gestos había una gran necesidad de mirarse, de ver los ojos del quien estaba transmitiendo una idea. Y yo me pregunto si en ese entonces existía ya la mentira humana...
Lo que sí me parece certero es que al desarrollarse el lenguaje hablado que permitió intercambiar ideas cada vez más complejas, también se fue desarrollando paralelamente una aptitud para mentir cada vez mayor, por el simple hecho de que se podía ocultar una idea en medio de muchas otras. Además, es mas fácil mentir pronunciando cuatro palabras: 'yo no lo hice', que mostrarlo con un gesto, porque al hacer un gesto, inevitablemente debemos mirar a nuestro interlocutor para estar seguros de que nos está poniendo atención, mientras que al decir una frase no tenemos necesidad de mirarlo para saber que nos está escuchando. Y es seguramente ese hecho, el poder prescindir de mirarse a los ojos que fue facilitando la posibilidad de mentir.
La escritura fue un paso más en el ocultamiento de la verdad, porque las personas pudieron comunicarse entre ellas sin necesidad de encontrarse en el mismo lugar al mismo tiempo, y mentir debe haberse convertido, seguramente, en un juego de niños para muchos. Con el paso del tiempo, la invención del teléfono debe haber constituido un gran paso en lo que a mentir se refiere, y el ser humano tuvo que ir aprendiendo a controlar también el tono de su voz voz para que no lo traicionara; al mismo tiempo, fue desarrollándose una cierta aptitud para darse cuenta del estado de ánimo de su interlocutor solamente por su tono de voz al otro lado de la línea.
Ahora bien, ¿a qué me refiero cuando hablo de mentir? Al hecho de ocultar la verdad, es cierto, pero ocultarla con un fin bien determinado que es sacar alguna ventaja personal y mezquina. Porque quienes escribimos lo sabemos bien, las historias que imaginamos no son reales, pero nunca se nos ocurriría llamarlas mentira.
Hay quienes llegan muy lejos en su aptitud para mentir, hasta desarrollar métodos a veces sofisticados de manipulación de los demás. Y ese poder de acción sobre la voluntad ajena llega a veces a proporcionarles un placer tal, que su vida comienza a girar en torno a la búsqueda de 'victimas' propicias. Son seres enfermos, psicópatas, incapaces de sentir el dolor ajeno, que no pueden conocer la fraternidad ni la solidaridad.
En la época actual, el desarrollo de los medios de comunicación ha dado un salto enorme con la aparición de internet,
que ha permitido el encuentro de personas que, de otro modo, nunca se hubiesen cruzado. Y henos aquí reunidos, en esta página celeste, gracias al avance tecnológico, cada cual frente a su pantalla, solitarios en apariencia, pero reunidos por el gusto de escribir y de compartir lo escrito con seres similares, a quienes leemos y que nos leen. Podemos compartir el placer de la lectura y la escritura, que durante generaciones fueron actividades solitarias, o compartidas por un pequeño círculo de conocidos. Y el hecho de poder transmitir y recibir aquello que muchas veces surge desde lo más profundo de nosotros mismos, nos permitió formar parte de una comunidad que compartía emociones y sentimientos profundos, y entonces nos sentimos comprendidos y las protecciones que habíamos ido creando poco a poco para defendernos de los golpes de la vida las dejamos caer casi sin darnos cuenta.
Es en ese momento, que comenzamos, sin saberlo, a convertirnos en presa fácil para quienes se mueven en los mundos virtuales en busca de victimas, de quienes andan al acecho de los que, inopinadamente, navegan felices en busca de amistad, simpatía y cariño. Y es que el hecho de abrir nuestros corazones nos convierte en seres vulnerables, muy vulnerables, y de golpe nos encontramos desposeídos de nuestros medios naturales de defensa.
Eso, y la gran sensibilidad que tenemos quienes tratamos de expresar en forma artística lo que sentimos, nos convierte muchas veces en seres hiperestésicos, susceptibles de sentirnos heridos ante la más mínima agresión, como por ejemplo, puede serlo una estrella solitaria en nuestros textos. Porque, si lo miramos con serenidad, ¿tiene tanta importancia una sola estrella solitaria en medio de las de muchas otras de personas que comentan y expresan lo que sienten al leer un cuento o un poema? Pienso que no, y sin embargo, esas estrellas solitarias nos duelen tanto que a veces decidimos partir de la página. Por suerte, quienes lo han hecho, muchas veces han vuelto a compartir ideas, emociones y sueños.
Pero el ataque de quienes ponen estrellas solitarias no es gran cosa frente a un comentario despectivo o burlón, un ataque inesperado en un foro de conversación, o peor aún, agresiones groseras en un ldv. Y para qué hablar de quienes logran usurpar nicks ajenos para insultar a medio mundo. Son hechos aislados, es cierto, pero que hieren profundamente a quien los recibe, que de pronto, sin saber muy bien porqué, se encuentra en el lugar execrado de chivo expiatorio, ya que muchas veces basta con una embestida agresiva en un foro, tal vez de una persona exasperada y sin intención de herir verdaderamente, para que un grupo de – llamémoslos trolls – se aglutine para golpear a esa víctima que tuvo la mala suerte de encontrarse ahí en ese momento.
Y es que internet ofrece la ilusión de sentirse al abrigo de agresiones, porque nadie puede vernos ni tocarnos, a no ser por fotos o en webcam, y entonces bajamos la guardia que habíamos aprendido a levantar desde pequeños en presencia de otras personas. Al mismo tiempo, internet ofrece un escondite perfecto para los psicópatas, que se siente completamente seguros en su guarida virtual, y aprovechan para divertirse haciendo daño impunemente. A estas alturas, cabe preguntarse si internet no es un dispositivo que favorece el desarrollo de personalidades psicopáticas, el futuro nos lo dirá.
Nos está tocando vivir uno de esos momentos de la Historia de la humanidad en los cuales están cambiando los modelos en los que se basa la vida social en todos sus aspectos, y también la vida individual de muchas personas, y por lo tanto, tenemos que irnos adaptando a los cambios que se están produciendo día a día. Y uno de esos cambios, es aprender a comunicar a través de internet, aprovechando los aspectos positivos que nos han abierto posibilidades que hace algunos años no sospechábamos, y también aprendiendo a no caer en las redes de esta enorme tela de araña que es la web.
LORETOPAZ
Abril de 2007
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