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Te prometo que era como irse enredando. La tela subía, bajaba y no volvía a subir hasta que la lavadora sonara indicando que la ropa ya estaba lista. Intentaba sacar la mano pero estaba un poco presa. Sólo un poco, porque al otro lado de la tela, en un ángulo que yo no lograba captar, la yema de mis dedos estaba libre. Miraba el cielo a través de los hilos tejidos y veía un color azul muy intenso pero a la vez no tanto. Podía decirse que estaba amaneciendo o que estaba oscureciendo si sólo miraras la foto, pero no, el sol ya se estaba escondiendo, o al menos el reloj me decía que eran las siete menos cuarto. Horario de invierno y yo sigo con la mano enredada. Mierda. Si hasta parece que la ropa de la lavadora me quiere venir a desenredar para que la cuelgue y le permita secarse. Esta sí que está buena. No importa, dejémoslo pasar, siempre dije que no hay nada que la diplomacia no pueda solucionar. Ok, no todo, hay cosas que no, pero no me discutas ahora que tengo la mano atrapada. No es justo, sobretodo ahora que está volando una mariposa. Siempre quise atrapar una, nunca supe el fin, pero siempre quise tener una en mis manos, pero en ambas, no sólo en la libre, ni en la enredada. Cuando te aburras te marchas, a veces me quedo muy callada y otras me largo a hablar como si de eso tratara el asunto. ¿En qué estaba? Ah, sí. La mariposa. Ya voló, tal vez no fuiste cauto. Siéntate y cállate, que ahora yo soy quien habla. Y cuando hablo, los demás se callan. Mira esa planta, la que está ahí. A veces siento que esa planta se quiere reír pero no se atreve. No sé si cortarla o dejarla crecer, es quizá el mayor dilema al que me enfrento cuando vengo aquí y observo lo que se pueda mirar. Pero en este momento, con la mano enredada, qué más puedo hacer sino hablarte. A ti te hablo carajo, no mires al lado que es de mala educación. Si no quieres escuchar te puedes ir, pero sin que yo me de cuenta para que nos distraigas. ¿En qué iba? Ah, sí, que si te quedas aquí te traigas un chaleco y de paso me traes uno a mí también que mi mano libre tiene un poco de frío. Ah, no, no te preocupes por la mano enredada que bastante bien se nota. Mírala, es como si se fuera adhiriendo a la tela. ¿O la tela se está adhiriendo a la mano? Una vez una señora me dijo que la palabra más importante era ésa, Adherir. Me dijo que así se había expandido la raza humana, adhiriéndose. Nunca entendí bien esa palabra, pero dime si no es bonita. Oye, ¿te parece si nos quedamos un poco calladitos? Es que me dio un poco de hambre de tanta cháchara, pero se pasa en un rato, es como el cansancio, ¿te dije ya? Es que el cansancio es psicológico, cuando uno corre llega un momento en que ya no das más y paras. ¿Habrá un error más grande que aquél? Siempre debemos seguir corriendo, pensando en otra cosa, por eso es que la gente cuando corre escucha música. Pero yo insisto en que depende del tipo de música. No me mires así, te dije que si me ibas a escuchar te abrigaras, si te resfrías es culpa tuya, no mía. Es como cuando pelean los hermanos, el que empieza a molestar se enoja con el que siguió la tonterita. Y entonces también se enojan los papás. Uf, tantos divorcios. ¿Te dije que la mamá de la niñita de la casa del frente se ha separado dos veces? Anda la tontera, y tan re linda que es la señora. Pero por algo será, quizás porque tiene mal humor, dicen que se enoja por puras pavadas. Bueno, como sea, no he podido salir a copuchar, viste que tengo la mano enredada. Ay, Dios mío, si parece que la ropa de la lavadora está llorando porque quiere que la cuelguen. Que se espere no más, mira que no estamos para el servicio del que se le antoje ser servido. ¿Te vas a ir a abrigar? No me digas no en ese tonito mira que yo no te obligué a venir a escucharme. Ya, bueno, tomemos once, si al final el hambre no se quita. Pero primero quítame la tela de la mano. ¿No puedes? Qué le vamos a hacer, partiste a colgar la ropa. Oye y cuando termines tráeme la once, mira que la mano enredada se puso chúcara, si parece que es cierto la cosa esa de adherirse. Qué increíble. Cómo la gente puede llegar a saber tanto. ¿Porque hace cuánto que esa señora me habrá dicho eso? ¿Dos, cinco, once años? No te quedes callado que se está oscureciendo. Oye, mira, ya se distingue qué parte del día es. Claramente es ¿de madrugada...?

Texto agregado el 01-04-2007, y leído por 157 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-05-2007 Es un buen ejercicio de dispersión. jjavier8
03-04-2007 este monólogo me hace recordar la tarea de mezclar colores... me gustó trukovaliente
 
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