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A quien no le gusta el amor, una linda canción, una tarde con nubes de colores, un castillo con gente amigable y hermosa, tantas cosas se puede anhelar, sin embargo, a quién le puede importar mi anhelo primario… La paz, ese es mi sueño verdadero. Un amigo me contó lo mucho que ha logrado en la vida. Dinero, familia y la verdadera pasión del placer individual. Su coño era un mar inexplorado por él. Un mundo nuevo, una faceta por sentir tras la máscara de la cotidianidad. Provincianos del mundo amoral. Eso es lo que dijo mi amigo mientras, sentado en su sillón importado, sonreía y esperando una palabra, una mirada juzgadora, mientras sonaba la radio de su mansión, escuchando a una mujer con la voz de un ángel. Iba irme pero sentí que debía contarle mi anhelo verdadero. Me escucho hasta el final y luego se paró, se quitó los pantalones, su calzoncillo, se dio media vuelta, se puso en posición de una yegua y gritó como una mula, moviendo su ano de un lado hacia otro. Me paré y salí de su casa. Abrí la puerta y no volteé ni un instante. Escuchaba a mi amigo gritar una y otra vez: Mi coño, mi coño, mi coño… No volteé y me dije que nadie estaba mal, tan solo buscamos lo mejor a ciegas, y tratamos de que la aprobación o unión de los demás, refuerce nuestra furiosa verdad. Seguí caminando hasta llegar a mi casa. Mi esposa me esperaba. Mi hijo dormía. La cena estaba servida. ¿Tienes hambre?, preguntó mi mujer. Le dije que no, que gracias pero deseaba descansar. No insistió. Entré a mi cuarto. Me bañé. Me puse un pijama y me fui a buscar mi paz interior. |
Texto agregado el 01-04-2007, y leído por 206 visitantes. (0 votos)
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