Esta noche va a ser difícil dormir. Lo va a ser más si me dedico a recordar todas las cosas que he dejado atrás. Supongo que es el precio de ir creciendo.
El reloj avanza, y aún no son las dos de la mañana. Qué infinito es un minuto cuando quiere, qué corto se hace el tiempo a su antojo. Pero hoy no fue un día elástico. No me queda otra cosa que salir a caminar por las calles oscuras de Córdoba.
Me sumerjo en la noche y camino bajando por La Cañada hacia ningún destino... simplemente camino. El río Suquía ha crecido con las lluvias. La avenida Costanera Norte está sumergida en el agua, la alerta de dengue crece. Pero debe haber cosas más preocupantes en las que pensar.
-No sabés, la Rita que no puede vernirse de Santa Fe.
-¿Qué le pasó?
-Se han cortado todos los accesos a la provincia; la ciudad está bajo agua, no ha dejado de llover muy fuerte en toda la semana.
-¿Tan mal está la cosa, che?
-Rosario también está mal, aunque peor está Santa Fe.
-Pero ha debido de llegar ayuda ya...
-¿Vos creés? No ha llegado nada. Y los papás de Rita, que no están en Santa Fe, sino allá, en Rosario, dicen que el Paraná no para de crecer y no llegaron ni la intendencia, ni los militares...
Así estaba la cosa. Yo ni sabía que la mitad de Santa Fe andaba sumergida en el agua; pero las señoras que van a mi lado por el puente Antártida estaban mucho mejor informadas que yo (algo dijeron sobre escuchar a Mirol en Radio Mitre). Y, aunque el río Suquía ha crecido mucho en la semana, los riesgos de que inunde algo más que la Costanera son muy escasos.
El reflejo de la luna se diluye por el paso furioso de las aguas negras del río. No dan ni ganas de tomarle fotos. Prendo el primer pucho de la noche y camino volviendo sobre mis pasos. "¿Qué pasa conmigo? Parezco un viejo de cincuenta años, pienso en la vida como si fuera un viejo de cincuenta años, escribo como si fuera un viejo de cincuenta años... Haría falta algo de galope para el corazón". Y Vicentico empezó a cantar.
Bueno, al carajo este humor de mierda, la reputísima madre que te parió, hijo de un vagón lleno de tres mil putas, dije como para entrar en calor, pues ya cerca a abril, la gente no anda mucho en manga corta, ya muchos llevan camperas puestas. Doblo por La Rioja y decidí hacerle conversación a la primera persona que se me cruzara.
-Hola, papi... morochito, una chupadita: diez pesos...
-Salí, puto de mierda.
-Qué geniecito, che.
Creo que elegiré a la segunda persona. Por algo me advirtieron que luego de medianoche, la calle de La Rioja se vuelve algo extraña. Para mi buena suerte, una sombra se le acercó al traba y éste se lo llevó hacia su departamento. La sombra se alejó rengueando.
Sorprendentemente, el kiosco, que también es despensa, donde suelo comprar leche algunas veces, estaba abierto, así que entre para tomarme algo... una birra, una gaseosa. Así estando en pedo, hasta un poco de ron de quemar o matarratas estaba bien.
-Hola.
-Hola, negro, como andás.
-Todo bien... ¿me das una coca-cola, por favor?
-Como no.
Su nombre: Evelyn. Edad: aproximadamente 18 años. ¿Qué hacía ella ahí a esas horas? Vaya usted a saber. Le pregunté a la mina, muy bonita por cierto, si podía quedarme a tomar la gaseosa ahí y me dijo que no había problemas. No era la primera vez que nos veíamos. Ya muchas otras veces la había visto mientras atendía a los vagonetas de un colegio cercano que iban y quería comprar puchos y alcochol y al final compraban galletas y gaseosa. Ahí jamás le pude hablar porque era muy comprometedor distraerla de su trabajo. Sin embargo, ahora, estaba sola y no había más nadie en la despensa como para interrumpirnos. Hubo un incómodo silencio hasta que ella lo rompió.
-¿Vos no sos de acá, no?
-No, soy peruano.
-Ah, ¿y qué hacés por acá?
-Vine a estudiar (tamaña mentira); pero ahora empiezo a trabajar de cajero en el Disco.
-Ah, mirá.
-¿Y vos qué hacés?
Y me contó que esa noche tampoco podía dormir, que había venido buscar al papá, que es el que atiene el negocio hasta esa hora y que ya se iría cuando el volviera de un asunto que urgente que tenía. Yo nunca había visto al padre. He tenido la gran suerte de solo toparme con Evelyn en esa tienda. Jamás había ido yo de noche ahí, por eso encontrarlo aquel día fue como una bendición.
-¿Vos tenés un amigo, no?
-Sí, se llama Mario, ¿por?
-No, por nada.
Pero era obvio. Así que, más animado por ese pequeño rastro que me dio, empecé a indagar sobre ella. Hice una nota mental: soltera, no tenía novio, iría al siguiente año a la UBA, quería estudiar arte, y le gustaría viajar a Perú para conocer Cusco. Y la mentira me empezó a surgir casi naturalmente: claro, amiga, el pibe Mario, el que mencionaste, es hijo de los dueños deun buen hotal allá. Él se peleó con los viejos porque él quiere estudiar Arte en la UNC y se armó un quilombo, así que él se vino peleándose con medio mundo en Perú... "Sería bueno que te lo presentara algún día".
-Bueno, ¿tenés celular vos?
-Sí, toma nota...
-¿Y le podés decir para vernos mañana?
-Claro, ¿tú vives cerca?
-¿Cómo?
-Si vivís cerca
-Ah. Más o menos; vivo en Alto Córdoba.
Buenísimo. Evelyn ya me había dado celular, correo electrónico para que el amigo Mario, que dormía en el sueño de los justos en la pensión, pudiera hablar con ella muy pronto. En cuanto a mí, quizás hablaría con ella toda la noche, quizás conseguir el teléfono de alguna amiga suya para poder salir en parejas...
Y de pronto, la sombra rengueante, de bigotes de Nietzsche, llegó a plantarse delante de la puerta del local.
-Che, Evelyn, ya nos vamos.
-Ya, papá.
-Eh, pibe, estamos cerrando ya...
-Sí, ya me voy, señor. Gracias por la gaseosa.
Supongo que el asunto tan urgente (que imagino le habrá costado diez pesos) ya lo había solucionado, porque se le veía una sonrisa estúpida en la cara. Volví a recordar esas cosas tan incómodas que me golpeaban la cabeza. La noche para mí aún seguiría. Para Evelyn ya no, pues se iba a dormir, y para los demás, tampoco.
Sin dinero, sin laburo y sin comida, es muy difícil dejar de pensar en lo angustiante que es la soledad extrema de un país que no es el tuyo. La lluvia volvía. No era prudente andar por la calle sin paraguas y con ese chaparrón encima.Sin embargo, mi terca sangre Marquina no me dejó volver a casa. |