Mi primer disparo al aire en esta dirección consiste en una mera reflexión inicial, o final según se considere en términos del espacio-tiempo, sobre el círculo vicioso al borde del cual nos encontramos al hacer de las letras, nuestras y ajenas, expresión de nuestra persona.
Llevo no poco tiempo moviéndome entre ejemplares de lo que solo puedo pensar en llamar una inevitable (hasta el momento) obsesión por la pesadumbre, la bruma, un hambre de depresión, de fracaso, de concebir la vida ideal como sumergida en el mar gris de la mediocridad, mediocridad concebida por la debilidad interior fecundada por las condiciones sociales.
Ejemplares que se consuelan hasta el falso orgullo al son de Sabina y sus recetas para el buen perdedor, que se subliman al despreciar la buenaventura, rechazar cualquier resquicio de felicidad y aferrarse al dolor cual flagelo purificador.
Purificar qué? purificar para qué? para la próxima reencarnación? Búsquenme pues en la otra vida, y restrieguen en mi cara las bondades de estancarse en ésta.
Pero sobre todo me enferman quienes se vanaglorian de contagiar a otras personas de este falso entusiasmo a través de la divulgación de concepciones dañadas, no hay orgullo en construir una comunidad deprimida y deprimente.
No dejo de encontrarme con letras derivadas de este submundo, inflamadas por elogios que expresan la atracción morbosa que como seres humanos tenemos por lo bizarro.
Así he recorrido la red en busca de espacios de expresión, encontrándome ya con varios de estos ejemplares. Me uno a este espacio en búsqueda de una respuesta a la siguiente pregunta: ¿Qué tanto se ha extendido la epidemia? y manifestando mi pensar al respecto: no rechazo ni descalifico la palabra sombría, mas no la alabo, no soy cortés al grado de reducirme a la hipocresía, prefiero criticar, y en congruencia con eso, conmigo, acepto la crítica. |