Con tu puedo...Cap 28.
Mismo mar, mismo futuro.
—Mariana, ¿recuerdas que para llegar hasta acá, tardamos tres días en tren? Tres días, y el mundo cambió absolutamente, lo único que no varió es la pobreza, ya que somos tan pobres acá como allá en el sur. Este es el mismo mar, acá y en Los Vilos es lo mismo, lo único que cambia es que acá es más tibio.
Nosotros no somos los mismos, aparentamos ser los mismos, hemos cambiado. Usted y yo, ya no somos iguales, la vida nos cambió violentamente: la muerte de Manuel, el niño herramientero, el asesinato de los cinco amigos. Hemos crecido y al mismo tiempo creció el amor entre nosotros.
Marianita, miro a Francisco y me alegra verle feliz. Los niños no son sus hijos, creo que a él no le importa eso. Ama a Lastenia, la ama tanto que, va a ser el padre de esos niños, no será un padrastro para ellos, padrastro de esos, de cuentos. Él los quiere tanto, que está preocupado por la educación de Ramón y para que decir, de Alicia.
Marianita, amor, el otro día le dije que hoy quería conversar con usted de cosas para el futuro. Mire, la verdad de lo que quiero decirle a usted, es que soy un hombre, me siento un hombre y la amo como hombre. La amo como nuestros padres se aman, como se aman Francisco y Lastenia. Mire lo que quería decirle a usted, es que quisiera que nos casemos. ¡Sí! No me mire con esos ojos, no hablo en broma, sé que no tengo nada, que no tenemos nada más que el amor.
Soy un hombre más entre los miles de pobres que vivimos en la pampa, lo único que tengo son mis manos, duras y llenas de callos.
Mire, ya no hay noche en que no despierte muchas veces pensando en usted. Si digo que quiero nos casemos, es que quiero hacerlo para toda la vida, quiero compartir la misma casa, la misma cama, los mismos hijos. Compartir los mismos sueños.
—Alamiro.
—Mariana, déjeme terminar, ¿Qué tengo? Nada, lo único que ayuda es que al menos tengo una casa para mí, que es más de lo que muchos en la Oficina poseen. Mariana, quiero que sea mi mujer, mi mujer porque la amo.
—Alamiro. Si no fueras como eres no te amaría. Yo pensé que iba a tener que decirte yo que nos casemos de una vez por todas, yo quiero hacerlo. Tengo los mismos problemas que tú, cada noche te sueño, cada amanecer mi cama amanece desordenada, mi sangre se apura cuando estamos juntos, si me abrazas mi piel se coloca como piel de gallina, quiero ser tu mujer. Te voy a hacer una pregunta.
—¿Sí?
—Tengo 19 años, no soy una niña, soy mujer hace ya muchos años, he tenido un par de novios allá en el sur. Si te digo que no soy virgen ¿Te casarás igual conmigo? Porque no lo soy, y te lo digo antes de compartir el lecho, te lo digo y la verdad tendrá importancia en el futuro. La mayoría de la gente piensa que uno, mujer, debe llegar virgen al matrimonio, si piensas lo mismo, dejemos hasta acá lo nuestro y nada habrá pasado.
Tú me has dicho lo que quieres, yo te digo que quiero lo mismo y que te amo profundamente y si nos llegamos a casar intentaremos ser felices con lo poco que nos ha dado esta vida. Te amo, Alamiro Araya.
—No soy un santo, Mariana, si usted misma sabe que acá tengo una historia, lo que usted haya hecho antes de mí, es historia pasada y lo que importa es la nueva historia que hagamos desde ahora en adelante.
—Lastenia.
—¿Pancho?
—Ahora que andan los niños en el agua, quiero aprovechar para contarle de mis ideas.
—¿Serán las mismas mías, acaso?
—No lo sé, ¿quieres compartir lo que queda de vida conmigo?
—Tonto, ¿Y qué hacemos?, Esa pareja que anda en la playa te ha aceptado de manera tan simple, que me da cosa. Mira Francisco, hasta hace pocos días atrás, no sentía la vida, los días pasaban uno a uno como si con ello esperase llegara el instante de ir a acompañar a mi marido en donde esté ahora. Desde el día que tomaste mis manos, sentí que por mis venas corría la sangre y que esa sangre es tan caliente como antes. Mi piel ha vuelto a sentir, mis pelos se me erizan si me tocas, te amo y quiero lo que quieres.
—Laste, mi casa es tan grande como la de ustedes, si deseas podemos vivir allá.
—¿Y Ernesto?, Cámbiate a la nuestra, cámbiate esta misma noche. Alicia dijo que ella te convidaba un pedacito de su cama.
—¿De verdad, Lastenia?
—Acaso piensas que miento, mira somos grandes y no requerimos ni permisos ni casorios, solo necesito me ames y amarte.
—Más tarde le cuento a la parejita de mi hermanito y cuñada que ya han decidido también casarse, así que la noticia les vendrá de perillas.
Pancho se levantó de donde estaba y caminó hasta donde están los niños jugando. Camina dando pasos nuevos, avanza hacia algo más nuevo aún, nuevo y desconocido, el amor y la responsabilidad, sabe que no le será fácil.
—Francisco.
—¿Sí, niña linda?
—¿Sabes?
—Si no me dices, ¿Cómo podría saber?
—Fíjate, a mí no me alcanzan los ojos para mirar a todo el mar ¿Los tuyos alcanzan?
—Tampoco, me faltan ojos, parece que si quisiéramos verlo entero tendríamos que reunir muchos ojos, ¿Lo crees así?
—Y los de mi mamá, los de Ramón, los míos y los tuyos juntos ¿alcanzan?
—Puede ser, habría que hacer la prueba, si quieres llamas a la mamá.
—¡Mami, mamita, ven!
Lastenia camina lentamente, parece que va danzando, su cuerpo es grácil a pesar de los años. Es al amor en nueva forma que llegó a ella de una manera tan repentina y fulminante.
—¿Qué ocurre, hija?
—Mamita, el mar es tan grande que no me alcanzan los ojos para verlo entero. Pancho me presta los de él y tampoco nos alcanza, ¿por qué no miramos todos a ver si lo alcanzamos a ver?
—¿Y cómo lo hago?
—Voy a pensar, ¿ya?
El día de playa terminó. Las tres parejas además de Julia y los hijos de Sergio, comenzaron a regresar, pasarán primero por la imprenta a despedirse.
Luis Emilio, aprovechó los minutos que restaban para conversar una par de ideas con Alamiro y al mismo tiempo solicitó a uno de sus compañeros le mostrase la prensa a Ramón.
—Ramón. – Don Reca habla al niño
—¿Señor?
—Cuando yo tenía tu edad comencé a trabajar en una imprenta, ahí aprendí a leer. Como ves, no somos diferentes, yo, sólo tengo más años que tú.
Compañero Aguirre. ¿Puede mostrar la prensa a Ramón?
—Pero, de inmediato. Vamos Ramón.
—Alamiro, La organización del proletariado se debe nutrir de todas las variantes que existan. Evidentemente la Mancomunal obrera es lo vital hoy, ésta se ha sobrepuesto a las Sociedades de Socorros Mutuos que a mediados del pasado siglo sirvieron mucho, pero, solo estaban y están destinadas a prestarse apoyo entre los socios de cada una de ellas. Nosotros planteamos que la organización debe servir para resolver los problemas generales de la clase y finalmente a cambiar la sociedad por una más justa en donde se elimine la explotación.
No es ni será fácil llegar a ello, nos costará mucho tiempo, pero, hemos avanzado ya que tenemos organización los centros principales de concentración obrera, en Punta Arenas, en el Carbón, Santiago, Valparaíso y en toda la pampa salitrera. Tiene usted razón cuando me dice que la estructuración en su Oficina servirá para que echen a los que se organicen, el problema estará entonces en como lograr hacerlo y que no sean echados.
Mire, le voy a leer uno de los puntos acerca de la Combinación Mancomunal, en el Art 1 decimos.
...arranca su existencia legal de los derechos que consigna la Constitución Política de Chile, a favor de los ciudadanos, y funda su misión en la necesidad de representar al Trabajo, como único medio de establecer la reciprocidad de relaciones entre obreros y capitalistas.
Luego en el Art. 2 decimos:
La Combinación, en orden a conseguir el mejoramiento económico, social e intelectual del obrero.
Y planteamos como primera cuestión.
Que este mejoramiento de condiciones sólo puede conseguirse mediante la ación colectiva de los mismos obreros, formados en instituciones gremiales organizadas especialmente para este fin.
Como ve, lo que planteamos no está alejado a lo que usted desea, la Filarmónica tiene un fin, es necesaria, la organización de clase ha de ser diferente. Le invito a usted Alamiro a que lea lo que planteamos, no queremos algo diferente a lo que usted hace, ha llegado a la misma conclusión por un camino del conocimiento práctico. Miremos de conjunto, usted y nosotros de cómo encontramos la manera de llegar al mismo. La Mancomunal que presido tiene más de seis mil socios.
—Gracias compañero, pensaré en esta conversación, ya le contestaré. Y ahora me despido para llegar a la estación y regresar a la Oficina.
—Ramón, mira. Esta máquina es la prensa, acá se colocan las letras y lego se coloca abajo la hoja de papel, uno le echa tinta y luego aprieta, ahí sale el papel impreso, vamos a armar tu nombre. Y lo dejaremos escrito sobre una hoja de papel.
—¿Verdad, señor?
—Esta mesa se llama Chivalette, mira, tiene pequeños cajoncitos, en cada uno de ellos se colocan estos fierritos que se llaman Tipos. Cada tipo es una letra y cada letra va en un solo cajoncito.
¿Cómo te llamas?
—Ramón Antonio Rojas González.
—Mira, elegimos la letra R y la colocamos acá, al lado colocamos la A y así hasta terminar. Ahora apretamos toda esta línea de letras, la paramos así, tú tomas ese rodillo con tinta, y lo vas a pasar por acá, encima de las letras. Hazlo
Ramón, nervioso toma la herramienta, y pasa con delicadeza el rodillo sobre las letras. El maestro, le dice que lo haga con fuerza, lo hace así Moncho. Luego el maestro Aguirre coloca el nombre del niño en la rama y afirma la prensa, mueve la máquina y mete la hoja de papel, luego la saca y muestra al niño, le indica que está su nombre grabado sobre el papel. Ramón muestra una felicidad no vista, después repite la acción con el nombre de Alicia, allí colocó algunas florecillas y la imprime de nuevo, dándoselas a Ramón. Los ojos del niño agradecen al maestro por la magia mostrada, regresando ambos al salón en donde se despiden los viajeros. Moncho le da el papel a la hermana y le muestra el suyo a Francisco.
—Ramón, tu nombre completo está escrito allí.
—Sí, y en el otro de mi hermanita. ¡Gracias, señor! – dice, mirando a Luis. Don Luis Emilio sonríe con ternura a ambos niños.
—Vamos caminando – manifiesta Julia, quien se ha despedido de su negro y los hijos de este.
—¡Vamos! – Responden los niños. Alicia toma la mano de Francisco.
Luis Emilio, queda reunido con Elías, Aguirre, Eloy y Sergio.
—Alamiro Araya, realmente me ha impresionado ese joven, hay que cuidarle mucho. Eloy me alegra que los hermanos le acompañen, con ellos a su lado, se eliminan algunos peligros para Alamiro. Hay que lograr que conozca nuestro pensamiento, sus ideas son claras y justas, será un gran dirigente obrero.
Curiche
Marzo, 31 2007
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