En el escote llevarán una rosa

Con las sienes crujientes de felicidad te despido ¡Oh! Inmaculado suspiro acostado en la vía del dolor.

Me quedo con el espectáculo de los delfines que saborean el final del abismo espumoso de la mar.
Blandos entre olas encuentran su libertad en las burbujas
del alma oceánica.

Qué es el hombre si no una nao ciega con mástiles enmohecidos
a desengaños de los buhoneros en la isla de Creta.
Donde el sol es un torturado botón de oro asediado por el talante
caprichoso de jóvenes nubes ansiosas de orgías en el flotar de su canto.

La felicidad una mendiga cubierta de velos pide comida con manos
abiertas y se oye el ladrido de los perros que laceran su apetito rebelde.
El tiempo extrajo de su bolsillo unas piedrecillas de colores de sospechada alegría debido a la huida de los lagartos de múltiples cabezas.
Se ha producido un naufragio gritan los fantasmas alucinados en el piélago.

De lejanos mares llegará el estupor de los comediantes en circos de hilachas placenteras y el pueblo entero victorioso de recuerdos en los párpados acariciarán las palomas decoradas con plantas silvestres en sus picos iniciaticos.

Los orines y estiércoles de la mala suerte darán frutos preciosos luego de la lluvia de poesía que caerá tierna en voces, cuando los aventurados liberen el odio en versos festoneados por ardorosos efebos que exorcizan la bilis del azar y se entregan a lucir su amor.

El corazón agazapado celebrará una fiesta en el albergue de las palabras que extenderá su mesa para que todos los exiliados por dolor lleguen en sus barcas y encallen en tierra prometida.

Las doncellas y sus voces blancas embellecerán el paisaje con sus senos bordados a besos y sus cuerpos serán las aldeas donde cobijen las miradas que redimen toda tristeza.

Pasa, mi aldea está vibrante de trinos y amaneceres para iluminarnos los latidos del corazón en inacabados presagios de locura amorosa mientras duerman los dragones de ojos vidriosos en sus fauces coléricas de escorpiones...