Luego de varios meses, la soledad entre los baquianos comenzaba a afectarme, me hacia falta volver a emprender el viaje. Estaba desolada mi mente, viendo todos los días el infinito mar y no saber, en un instante que puede depararme al otro lado de este océano. Una mañana comencé mi construcción, fui a la montaña y tale unos buenos árboles, que por cierto tarde 3 semanas en bajarlos a la playa. Mientras los lugareños se sentían extrañados con la idea que tenia yo, atravesar el desconocido mar que para ellos había sido su desconocido vecino. La tarea continuo varias semanas mas, mientras hacia tablas, para una pequeña embarcación que tenia 7 metros de largo por 2, un mástil para una vela latina, u un camarote tipo bodega para dormir, la vela la construí de las faldas que me regalaron, como un polvo al viento sugirió el destino, que por nombre termine de colocarle a mi embarcación retazos de pasiones, en la bodega la llene de agua, y comida regalada por lastima de mis vecinos que pensarían que terminaría varado en medio del mar, además de anzuelos, atarrayas ollas, un balón desinflado y una caneca de plástico que encontré una mañana en la orilla del mar. Llego el día y mi partida, de este pueblo a la orilla del mar, salía su mas extraño huésped para nunca mas volver, en fin, salía de una cuna donde me lamí mis heridas, para navegar nuevamente sobre el calido universo de mis sueños. |