PUERTA BLANCA


Son los duros días bajo tu mirada,
placenteros; como el majestuoso
pájaro que al volar no deja estelas.

Descubro un tema; en cada una
de las líneas que moldean tu cuello.
Ya bien conocido por las yemas.

Sobrio, sin caminos que recorrer
llego a tu puerta;
siempre abierta para mi vida.

Escribo con palabras dulces
el verde fervor de tu vida;
y comprendes muy bien
el deseo que cargo a mi espalda;
sin retomar la mala palabra que
pueda sin remedios esconder.

Adoro las tenues luces;
de tu imagen; de verdadera imagen;
sin los antiguos preámbulos
de un diestro adolescente,
y configuro mis movimientos
en una ruta destinada a tocar tu puerta.

Sobre una alta mesa de madera
me encuentro frente a tu imagen
tratando de agradecer
lo que soy en ese momento
antes de decidir que proteger.

No resientas los días que, fueron
tirados por la ventanas,
ni el humo de los cigarros desperdiciados,
casi a un vacío finito
vives el mes de hoy; recordando
el que nos unió sobre el asfalto.


Veo una ansiedad de ternura,
y con tus manos limpias
lavas el fresco jugo que te doy.
Cinco lugares he localizado
en tu cuerpo cubierto y descubierto
cinco corazones en cada uno de ellos
que me dan al verte sola; y en la espera;
el aliento fresco de esperanzas
de tu pronta llegada,
a la misma puerta; que de espalda
una tarde jugaste con mis labios.

Descubre en cada frase y párrafo
lo visto a ciegas para terminar a escondidas
en la vista privada, muy privada,
de tus ojos de amor.
Lo que enseño y digo
va saliendo con el oso de la cueva
después del invierno, deseoso de probar
cuerpo fresco después de meses
de austeridad obligada.

Se acerca el minuto del encuentro
será con el golpe que daré en la puerta
y muy seguro miraré tu imagen
y así muy feliz me retirare por segundos
para llorar de mentira la alegría de verte,
tras la misma puerta
la misma que golpeo
la misma que esconde mi espalda
la segura compañera de aventuras prohibidas.