En medio del profundo vacío, tus ojos, Abril, repletos del otoño...
Tus labios,
tus tan inmaculados labios,
tan cerca,
pero tan distante de mí...
Y lo único que hacía,
era hundirme en mi almohada,
tratando de controlar las ansias de volverte a ver.
Pero tú, Abril,
tan inocente y despreocupada...
El viento se apropiaba suavemente de tus cabellos;
tu mirada, tus pestañas superiores e inferiores,
invadían propiedades ajenas...
Se podía ver, la magia de tus ojos y lo misterioso de tus manos,
mis manos,
las cuatro juntas,
en mis pensamientos...
Cada cosa que palpaban tus manos, Abril,
se invadía de un manto gris,
de tu misma soledad,
de tu mismo nombre,
del rojo y eterno Abril... en tu corazón.
Y tus párpados,
dueños de tantas noches,
silenciosas y constelads,
de tanta soledad,
de tanto de tí,
Abril. |