Erase una vez, pues así han de comenzar todos los cuentos, en el lugar más hermoso del universo, allí donde casi nadie puede llegar por que es tan lejano e inalcanzable para los humanos, vivía un niño, tierno, lleno de colores y luces maravillosas, con cabellos dorados y risas de cascabel cuyo nombre era “Sueño”, tenía el don de transformarse en cualquier cosa, de convertirse en aquello que al instante pudiese desear, también podía ser muy tenaz e insistente y sobre todo constante, era deseado y anhelado por sus múltiples formas de expresarse y de transmitir sentimientos, sin embargo a pesar de estar en el más bonito lugar de todo el cosmos, él anhelaba crecer y conocer otros mundos.
Sueño, como era inquieto y travieso se pasaba todo el tiempo en lo alto, por las nubes jugando y jugando todo el día, no se cansaba ni se agotaba, era muy feliz jugando sin cesar.

Una vez Sueño se dio cuenta que él no crecía como crecían sus amigos, además empezó a sentirse muy débil y lentamente comenzó a perder sus ganas de jugar. Cada vez tenía menos fuerzas y menos entusiasmo de seguir luchando por su existencia.
Un gran día, llegó un mensajero que llevaba consigo un maletín extraño y muy especial que contenía alimentos para fortalecer y hacer crecer a Sueño.

Casi desde el mismo instante en que aquel mensajero llegó, Sueño empezó a sentirse mejor y mejor, ya que cada día aquel mensajero lo alimentaba con aquellos manjares. Exquisitos, dulces, agradables, manjares que saboreaba con renovadas energías.
Estos eran muchos caldos de constancia con fuerza, platos muy nutritivos de voluntad y trabajo, postres hechos a base de paciencia, fantásticos jugos hechos con decisión y lo más importante tratándolo con mucha confianza. Eran todos los ingredientes que Sueño necesitaba, fueron su mejor alimento y medicina, que le salvó de su muerte segura, por que sin esos cuidados nunca se hubiese recuperado.

Sueño comprendió que si quería crecer y hacerse grande tenía que seguir esa dieta recomendada por el mensajero, por que si no obedecía al pie de la letra sus indicaciones y tomaba todo aquello que le daba perdería su fuerza, se debilitaría poco a poco y se apagaría como se apagan las estrellas a la luz del alba, pero sin posibilidad de resurgir al anochecer por que la oscuridad le habría atrapado para siempre.

En ocasiones es duro hacer lo que uno sabe que debe hacer pero si no obedecemos a “los mensajeros” que siempre están en nuestro corazón, no conseguiremos sanar nuestras mentes para avanzar y crecer en esta vida.

No obstante, Sueño creció y creció, y llegó a dejar de ser Sueño para convertirse en Meta y, claro que siguió jugando pero ya no por las nubes, sino aquí en la Tierra, bajó al asfalto de la humanidad para conocer otros mundos, mundos como la felicidad y la satisfacción, también conoció la adversidad pero luchó con ella para poder vencerla con su mayor entusiasmo y con el tiempo y la perseverancia muy pronto Meta dejó de ser Meta para transformarse en una bella y hermosa REALIDAD.

Mi Sueño era escribir un cuento, y gracias al mensajero conseguí que creciese para que llegara ser una Meta bonita y ahora, ahora por fin, es una bella Realidad.


Fin