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LA LUZ AMARILLA

Carlos Massa Crespo

Abrumado me siento en la única silla que hay en la habitación. Mi cuerpo proyecta una sombra tenue sobre el suelo gris.

Ni amigos, ni vecinos, ni parientes parecen haberme extrañado. Desde el día en que me fueron a buscar no he vuelto a ver un rostro conocido. Sólo caras anónimas que me examinan hurgando en mi cuerpo y, quizás, si en mi mente. Nada me preguntan, sólo me observan. Sin embargo debo haber sido sometido a un juicio riguroso ya que no puedo salir, ni comunicarme con nadie. Todo se ha desarrollado en esta misma habitación desprovista de ventanas, de adornos, de bondad. No obstante, se mi situación actual tan distinta a todo lo que conozco, no me incomoda; por el contrario, siento una extraña laxitud que viene bien a mi cuerpo y a mi espíritu. Las razones por las que me retienen aquí las ignoro y el lugar también me es desconocido. No se cuanto tiempo a transcurrido. Solo he podido medirlo, en parte, porque ellos regresan, me miran y se van. Ya casi no me importa, perdí todo el interés en hablarles. Pero, esto es muy extraño, nada me es familiar y a pesar de ello hasta podría decirse que me agrada.

Algo insólito me está pasando. Pienso y mis pensamientos empiezan a dibujarse difusamente en el espacio que me rodea. Es una especie de fluido que veo moldearse ante mis ojos a medida que mi cerebro funciona. Evoco a mi madre y percibo su ternura en formas violáceas y celestes. Mis pensamientos cobran forma y color. Esta nueva realidad me asusta y, a la vez, me atraen poderosamente. Pienso y formo figuras con mis ideas. Un mundo colorido me envuelve lleno de sensaciones desconocidas.

Mi nuevo universo ha crecido. Ahora está lleno de luces de las más variadas tonalidades y formas de atrevida audacia. Cuando ellos vienen apenas los percibo. Cada idea de nacimiento a figuras fantásticas que giran y se desplazan, trasformándose y alejándose para luego retornar pletóricas de nueva vida. Presiento una armonía vital que rige lo infinitamente pequeño y lo inconmensurable. Dejo que la luz me capte y accedo a espacios que siento infinitos y sin tiempo.

Intento imaginar el comienzo de esto pero no hay respuesta, aunque la idea misma genera una realidad no observada hasta ahora. Me inunda una potente luz diáfana, multicolor, que estalla en espirales enormes que me conducen vertiginosamente por el espacio sin límites, en pos de un sorprendente color amarillo que veo por primera vez. Me esmero en alcanzarlo pero me es imposible, me lo impiden nuevas formas de inenarrable belleza que se entrelazan cambiando siempre, sin detenerse nunca. Sólo el color amarillo permanece inmutable y ajeno. Repentinamente, brotan sonidos de una armonía jamás escuchada y recién advierto que surgen de cada uno de mis pensamientos. Las luces, formas y sonidos me circundan y me abandono a una paz infinita con toda la intensidad de mi espíritu.

Procuro alcanzar la luz amarilla que cada vez me parece más próxima. Lo deseo con todas mis fuerzas y me veo impulsado hacia su centro que se abre ante mí acogiéndome con ternura. Los tonos amarillo de la luz me penetran y experimento todos los saberes y siento la vida misma palpitar en mi interior. Tengo la inaudita impresión de que toda búsqueda ha terminado. De improviso, la luz amarilla desaparece siendo reemplazada por una luminosidad dorada apenas perceptible. Una suave quietud adormece mi espíritu. No hay formas, colores, ni sonidos. Me acompañan los seres creados en todas las épocas y sé que he regresado. Absorto en la contemplación más profunda comienzo a comprender lo absoluto. Mi ser es ahora diferente a cuanto ha sido antes, mi cuerpo ya no lo percibo y tengo la indescriptible felicidad de no desear ir a parte alguna. Nada deseo; nada necesito.

En la habitación el cuerpo yace inmóvil sobre la silla diluyéndose lentamente. Los celadores atónitos sin ver ni comprender nada y sin reparar siquiera en el leve tono amarillo de luz que escapa por debajo de la puerta, aumentando en intensidad.

Texto agregado el 29-03-2007, y leído por 260 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
29-03-2007 Es muy triste este texto. Me ha gustado mucho. dalecaspa
 
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