Había una vez en un lejano mundo lleno de fantasías y felicidades, solo vidas sin muertes, solo alegrias y nada de tristezas.
Llego flotando desde el cielo, un niño, vestido de blanco, con una luz que indescriptiblemente resplandecia y brillaba sobre el, dejando en el aire una esencia de estrellas con un aroma a flores tiernas viviendo los sueños en ese mundo.
Todos se asomaron con sus caras sorprendidas a verlo. Era un ser celeste, con sus ojos cerrados, durmiendo. Había desendido desde el espacio hacia una cuna de pajas comoda que se encontraba encima de una montaña.
Esperando todos a que despierte, el niño abre sus ojos color café, con una mirada llena de paz y tranquilidad. Los seres y el niño, el niño y todos. Este mundo es lo mejor, y lo seguira siendo por toda la eternidad. El universo es fantastico, el universo es blanco y nunca se enoja, solo es lo que es.
El niño crece de un dia para el otro, y todos con sus caras alargadas, llenándose de monólogos, se creaban dudas, y muchas preguntas sin respuestas. Ese mismo dia el niño se eleva al cielo blanco, tal y como llego flotando desde el, ahora decide regresar. Cuando llega al final del mundo, toma la forma de una cierta luz negra e ilumina sorprendentemente todo el universo.
Ahora existen otros mundos, ahora existen las estrellas, o mejor dicho, ahora se ve la verdad.
gracias a ese niño celestial el universo se puede mostrar.
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