A veces me intriga el fenómeno en cuestión… esta idea de no percibirme así como en un todo, sino serlo solo en parte. Me exaspera imaginar tan siquiera que no pueda tocarte o que se pierda esa caricia que pensaba regalarte… no tener profundos ojos para verte fluir y brillar como una delicada forma bajo la tenue llovizna del invierno en el que hicimos el amor, o lo haremos… o tal vez… al no poder contemplarte con mis ojos muertos, te imagine como una crisálida a punto de emerger… como una luz sumida en un marea de transparencias que se desvanecen entre lo etéreo y lo abstracto, entre lo imposible y lo divino…
Esa idea me consume todo el tiempo... me reduce a una mera partícula sin sol. Voy desde el llano a los escondrijos, desde la montaña hasta tu boca y no concibo que fuese de mi vida sin estas piernas que me mueven todo el tiempo, que me llevan hasta el infinito y me recuerdan que soy humano… y que a veces me lastiman los zapatos… y extraño tus manos…
Qué idea loca es esta! Y qué desatino no poder embriagarme del perfume de tu espalda y de tus senos, ni recorrer tu pubis inundando mi cerebro de emociones y de lágrimas…
A veces me obnubila esta cuestión, desestabiliza mi entereza, me constriñe… Es que no quiero ser en parte y llevarme en las entrañas tan solo una mañana herida… no quiero desdibujar ni aún un detalle de esos dones y el embrujo de tu fuego… esa hoguera ardiente que me abraza y me derrite cada vez que entonces, te percibo… entre las partes de un dorado sueño… entre los laberintos que he soñado y en tus perfiles de antología… esos que no son sino tu propia esencia, plegada a mi destino y a mi alma enamorada…