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Inicio / Cuenteros Locales / gui / El baladista, la admiradora y el exorcista de sueños

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La mujer miró por fin a su esposo y con la resolución flameando en sus ojos, le dijo:
-No puedo seguir ocultándolo. Estoy loca de amor por Aarón Soul.

Aarón Soul era un famoso baladista que tenía la facultad de revolucionar las hormonas de casi todas las féminas, por el simple imperativo de su voz pastosa y su prestancia de galán hollywodense.

Al escuchar estas palabras, Cornelio sólo atinó a sonreír. Después de todo, es sabido que cualquier marido debe lidiar con ese tipo de cosas, tonteriítas sin importancia, asuntos tan desechables como esos martes femeninos, autorizados tácitamente por casi todos los hombres, en el bien entendido que sus parejas se desenfrenan y se desprenden, con ello, de una buena dosis de neurastenia.

-Creo que no has entendido nada- dijo Jeannette, usando esa voz arrastrada que auguraba un problema en ciernes.

-Sucede que la sola invocación de ese nombre ya me indica que estamos entrando a un terreno trivial- respondió Cornelio, con un dejo de superioridad en su voz, ya de por sí autoritaria.
-Sucede que, como siempre, menosprecias un tema sin averiguar cuales son sus alcances-replicó ella, elevando el tono.
-Sucede que no es necesario ser demasiado acucioso para distinguir cuando algo huele a banalidad.
-Sucede (Jeannette reiteró la palabra sucede, una vez más para establecer supremacía sobre el ya manoseado término) que la banalidad es, para ti, todo aquello que no te interesa.

El asunto amenazaba con eternizarse, si no es porque Cornelio cambió el término “sucede” por un conciliador “veamos”.

Esto dio paso a una escena que el pobre tipo jamás se hubiera imaginado. Su esposa estaba enamorada sin remedio del cantante y eso significaba que diez años de matrimonio, afortunadamente sin hijos que presenciaran esta cúspide babélica, llegaban a su fin.
-Nada me llevaré. Sólo te abandono para ir en persecución de un amor que, a todas luces, es imposible, pero, ya sabes, son esos “imposibles” los que acicatean mi romanticismo.
-Estás loca de remate. Conmigo tienes una existencia y un asidero. Esto es algo cierto, es una realidad palpable.
-Sucede que son esas certezas las que han transformado mi vida en algo “imposible”. Y ya sabes a que tipo de imposibilidad me refiero.

La mujer abandonó, por lo tanto, ese hogar seguro y estable, para ir en pos de una quimera. Cornelio quedó deshecho, no tanto por la partida, sino por la inutilidad de restablecer el vínculo, herido de muerte a causa de una descabellada resolución.

Transcurrieron los meses. Cornelio revisaba todo lo que tuviese relación con el baladista. Tenía la secreta esperanza que, cualquier día, el tipo se estrellara en su coche último modelo, su avión cayera al mar o amaneciera muerto por culpa de una existencia tan banal como infecunda. Sin embargo, la fama de Aarón Soul crecía como un tumor maligno y casi parecía imposible que transcurriera un solo día sin que la televisión o la prensa dejaran de mencionarlo.

De Jeannette, ni luces, por supuesto. La imaginaba persiguiendo y acosando al baladista y alojándose en hoteles de mala muerte con el objetivo de estar a diez o más cuadras de su ídolo.

Hasta que Cornelio tomó una resolución. Soul era la banalidad que tanto despreciaba y en ese tacho pestilente hurgaría, si era preciso, para acabar con él. Decidió que no lo mataría, él no era un asesino, pero acabaría con él, de algún modo.

Esa tarde, Cornelio ingresó a la cantina de Franco y se empinó dos vasos de whisky. Era necesario templar el pulso y adormecer la conciencia. Más aún si el hombre era un tipo culposo y esta determinación dejaría huellas horribles en su autoestima. Las visitas a la cantina se repitieron con extrema frecuencia.

Como todo buen plan, los detalles fueron respetados con religiosa obediencia. Cornelio logró emplearse como guardia de un hotel que, se suponía, era el favorito del cantante. Eso significaba estar en el perímetro exacto, en la mismísima boca del lobo, un lobo demasiado desafinado, para su gusto.

La ocasión se presentó mucho antes de lo imaginado. Cierto día, un enorme tumulto en la sala de recepción, indicaba que algo importante estaba sucediendo. Todo el desorden se debía a que Aarón Soul, escoltado por sus guardaespaldas llegaba a alojarse al recinto. Mezclándose en medio de la muchedumbre, Cornelio supo cual sería la habitación del cantante. Al parecer, todo saldría a pedir de boca.

Como Cornelio era un hombre astuto, pagó a una de las chicas que se agolpaban en la entrada del hotel, para que hiciera un escándalo en las inmediaciones del refugio de Soul. Eso distrajo a los guardaespaldas, que acudieron a espantar a la muchacha, lo que aprovechó Cornelio para entrar con sigilo a la habitación del artista.

Recostado en su lecho, Aarón Soul permanecía inmóvil, acaso tratando de recobrar algo de ese yo interno tan vapuleado y falsificado por el mismo.

¿En que estará pensando? ¿Tendrá vida propia acaso? ¿Estará hastiado de tanto oropel que le rodea? Mientras Cornelio se hacía estas preguntas, notó que la brillante cabellera de Soul parecía desprenderse de su cabeza para quedar depositada sobre el velador. Una expresión de asombro iluminó el rostro de Cornelio. La calva de Aarón lucía brillante y poco airosa bajo las luces mortecinas que se alcanzaban a filtrar por entre el cortinaje.

A pasos de él, Cornelio pudo contemplar el rostro del cantante, que ya no se veía tan lozano como en la televisión, sino como el de un hombre que, a punta de artificios, se parapetaba con dificultad tras una máscara precaria.

Eso fue suficiente como para que Cornelio retrocediera con suavidad y alcanzara la puerta de salida. Lo que pensaba hacer, que ni él estaba seguro que era eso que iba a hacer, realmente no valía la pena. -No se puede ajusticiar a un cadáver- pensó en voz alta, antes de toparse con una mucama.

-¡Jeannette!- exclamó sorprendido Cornelio, al comprobar que la mucama era nada menos que su propia esposa.
-¡Cornelio! ¿Qué diantre haces acá?- preguntó la mujer, mientras trataba de ocultar su condición tras un hatijo de sábanas.

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No transcurrieron dos semanas antes que Jeannette regresara a su hogar. Un dato importante, es que ya no se escuchó nunca más a Aarón Soul en esa casa.

Este fue reemplazado con presteza por Peter Gold, un cantante pop que tenía la facilidad asombrosa de conquistar al público femenino. Pero la esposa, esta vez, no acudiría en pos de una nueva quimera y el esposo tampoco la perseguiría para que cejara en su intento. ¿Para qué, si todo ese mundo farandulesco estaba sumergido en la banalidad más absoluta?..







































Texto agregado el 28-03-2007, y leído por 236 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
29-03-2007 Ups! mon amie te dejo mis estrellas. Jejejeje, de vuelta a las andanzas: crímenes, venganzas, ironía... me encanta anemona_
29-03-2007 Una historia muy bien armada. Lo tuyo son las tramas, esta historia está para ponerla en escena. Algunas mujeres tienen esa debilidad de volverse locas y de perseguir estrellas fugases y cómo engañan las apariencias. Este Cornelio es de sumo inteligente. ;) a_la_luz_de_las_velas
28-03-2007 Buena historia, me gustó eso de "No se puede ajusticiar a un cadáver", porque refleja fielmente la realidad que entraña la vida que se describe; sin embargo, el final me pareció algo inconcluso, un poco flojo. Pero por el buen momento que pasé leyendo esta historia, que es lo que realmente vale, le doy mis cinco estrellas. Anua
 
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