En el destierro no se vive ni mejor ni peor, sencillamente no se vive.
Se vaga, de la habitación al baño y del baño a la cocina y de la cocina a la habitación. Mientras la luz clava sus tentáculos en tu mundo y se aferra a tu profundo malestar dormido, una bocanada de dolor te abre el pecho y no te permite gritar.
Y sigue tu color de acero y cañón, soplando desde los sótanos, colgando las espinas y los arañazos bien visibles pero alejados, para no dañar lo que está demasiado cerca de uno.
Así no vivo yo, sin tu esperpento de sombra technicolor soplándome en la nuca palabras ineludibles, y perpetuas, tremendamente hirientes, menudas, siempre demasiado acertadas, demasiado hacia adentro.
Conmigo sin ti, uno, dos, tres….no quiero contar demasiado no vaya a desposeerme de cordura tu insensatez.
Fustigada y sensible a los cambios de luz, me mareo en cuanto levanto los pesados cimientos desplomados que arduamente y furtivamente intentan cubrir demasiadas gotas apelmazadas en un charco desbordante y creciente.
Eres tu, si, siempre fuiste tu, la sombra que me atormenta, día y noche, día…..noche….porque ya no hay dividendo. Cálmate corazón, le digo, y trota salpicándome con toda esa chabacanería del amor cortado a tijeretazos.
Recupera tu alegría, lucha por lo que es tuyo, la fuerza, el coraje….estás dañado pero sobrevives al paso, unos mejor que otros saben tragarse los puñetazos de la vida. A mi me está costando digerirlos y me temo que me he atragantado.
Más aún que el invierno y la primavera van cogidos de la mano, y el frío sale a borbotones de entre el asfalto.
Tus ojos se me clavaron como astillas entre las uñas, tu ruido taponó mi sonrisa, para siempre hasta cuando.
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