¡Y no puedo dormir!
Las dos de la madrugada y la cama deshecha. Vueltas y vueltas… el sueño se ha escurrido por las sábanas.
No sé cuántas horas hace que me metí en la cama. Parece que llevo una semana en la cama y aún no he conseguido echar el cerrojo a mi mente.
Y es que… ¡me he enamorado! ¡Yo!, yo que juré hace mucho tiempo no volver a hacerlo.
De la manera más tonta volví a caer. Sin verlo venir. Un par de días desde que le conocí me han bastado para ver que las veinticuatro horas del día se dividen en dos categorías, las que pasan volando: cuando estoy con él. Y las que el mundo se para: las que estoy sin él.
Y mira que pasan despacio las horas sin él. No sólo pasan despacio sino que pasan de la manera más tonta: ¡Sin hacer nada! Tan sólo suspirando. ¿Se pueden suspirar tantas horas seguidas? Tengo el cerebro más oxigenado del mundo.

¡Las dos y cuarto de la mañana! No sé que me preocupa tanto y no me deja dormir. No entiendo de dónde me vienen los nervios. No entiendo por qué no me duermo a pesar de llevar un par de días sin poder pegar ojo.

Enciendo la luz, a ver si me pican los ojos y me duermo. Pero nada. Escucho el silencio. A través de la ventana veo que llueve. Miro a mi alrededor, la manta de mi cama se ha salido, las sábanas están revueltas y arrugadas por las vueltas que llevo dadas.
En mi mente sigue presente su nombre. No hay manera de que se duerma también. Empiezo a ver la relación, es él quién no me deja dormir, es él quien me provoca los nervios y la angustia.
¡Me he enamorado! ¡Otra vez! ¡Noooooooooooo! No, no puede ser. Tengo que hacer algo. Debo impedirlo.
Las tres de la mañana y nada. No hay quien duerma. Enciendo la tele, pero no hay nada. Intento que el aburrimiento de la televisión me duerma.
Una programación insípida, más de lo normal, pero aparece un anuncio en el cual el actor hace un gesto rápido que me lo recuerda de nuevo. ¡Así no se puede! Cambio de canal. Extraño ese gesto y regreso al canal anterior. ¿qué hago? Apago la tele. Enciendo la radio.
Música romántica, noooooooooo. Sólo me faltan letras sentimentales. Salgo de la cama. Me dirijo al baño. Me miro en el espejo. Me lavo la cara ¿Qué estás haciendo? Intento recordar lo mal que lo pasé en mi anterior relación. Intento que esos recuerdos consigan matar este nuevo sentimiento que crece en mí sin control. ¡Que quiero dormir! Bueno…, no quiero enamorarme. Pero… ya es tarde.
Regreso a la cama. Vueltas y más vueltas. La noche se hace más noche. La lluvia se hace más lluvia…
Y yo… más enamorada.