Antonia tenia un secreto, mas ese secreto lo compartía con sus amigas que la notaban extraña hace un tiempo, y es que ella pasaba sonriendo y con la vista hacia las nubes, guardaba un gran amor en su corazón, pero su persona amada no lo sabía. Ella no hallaba las palabras para decirle lo que sentía por él, eran tantos los nervios que se apoderaban de ella con solo escuchar su voz, y su corazón se aceleraba cada vez que sabía algo de él. Antonia se conformaba con saber que él estaba bien y una sonrisa se dibujaba en su rostro, esto le bastaba para estar todo un día viendo corazones por todos lados y rayando su mesa del colegio pensando en él. Ella había sufrido tanto anteriormente, que hasta había dejado de creer en el amor, pero en cuanto vio a este niño y su corazón dio un vuelco tan fuerte, ella pensó que moriría... de amor. Él lo cambiaba todo, movía todos sus esquemas, se apoderaba de sus segundos, de sus horas, de sus días. Ahhh - pensaba ella - si tan solo pudiese saber si él siente algo por mí! - y luego suspiraba.
Hasta que un día, se le ocurrió una idea. Tengo que hacer algo para que él se de cuenta de que me gusta sin que yo se lo diga - dijo Antonia - quizá si creo algo para él con mis propias manos y se lo entrego, él se percate de mis sentimientos y según su reacción podré saber si siente algo por mí.
Así comenzó a dedicar sus tardes al regalo, y aunque hasta sangró - de tantas veces que se pinchó los dedos cosiendo - siguió adelante. Llegó el día de entrega y muy emocionada habló con él - sin dejar de temblar de los nervios - le dijo que le tenía una sorpresa y quería entregársela esa misma tarde; él aceptó y Antonia colgó el teléfono y se puso a saltar de alegría por toda la casa. Luego corrió escaleras arriba, se bañó, se peinó y se vistió con su vestido más hermoso. Realmente Antonia relumbraba de belleza y felicidad. Su cara de veía más dulce, sus ojos parecían más claros y brillosos, y su piel esparcía un suave aroma a rosas.
Cuando llegó al lugar de encuentro, Eric - que así se llamaba su amado - estaba esperándola con expresión de curiosidad y ansiedad. Antonia le entregó la bolsita -que contenía el peluche que con tanto esmero hizo para él - y no pudo evitar ponerse muy colorada. Él sacó el peluche del interior de la bolsa y al verlo rompió en llanto y miró a Antonia como fulminándola con la mirada y le gritó: ¡tú! ¡¿cómo te atreves?! ¡te odio! - y salió corriendo hasta perderse en la lejanía. Antonia de la impresión había caído de rodillas al suelo y su vestido estaba lleno de tierra, le caían lágrimas sin cesar por el pequeño rostro y en su pecho su corazón daba saltos como un loco; no podía creer lo que acababan de presenciar sus ojos, de repente comenzó a sentir como si todo estuviese girando, cerró los ojos con fuerza y gritó desesperadamente. Luego abrió los ojos de golpe, fue entonces cuando se sorprendió de no estar en aquel parque de rodillas, Antonia estaba acostada en su cama matrimonial y a su lado el hombre de sus sueños dormía plácidamente. Ella lo contempló por unos segundos algo confundida, y fue entonces cuando él abrió los ojos, la miró, sonrió y le dijo: buenos días, amor. Antonia se conmovió tanto con estas palabras que un arranque de pasión lo besó y comenzó a llorar. Eric se percató de su llanto y le preguntó porqué lloraba. Ella le contestó: es un secreto, solo te diré que estoy dichosa de que todo haya sido solo un sueño.
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