En el principio de los principios todo era nada y en esa nada algún solitario comenzó a crear. Como un artista pinto en colores mil maravillas, haciendo al hombre Adán de arcilla custodio de este lugar.
Viéndolo sólo pensó en silencio: -Le haré una amante que sea la imagen de cada sueño.
Durmiéndolo por un instante le hizo a aquella mujer perfecta llamada Eva; tomando de los mares, sus ojos azul turquesa; sus pupilas del nocturno cielo; su piel de la arena y sus cabellos del dorado trigo que adornaba los infinitos campos del llamado Paraíso.
Despertándolo, le presento a Eva como reina y al ver en aquel Adán temor ante ella, suspiro y riendo con cierta ironía, le dijo al hombre: -Aquí tienes tu costilla.
Adán dejo su temor, creyéndose superior, y con cruel desilusión Dios se dijo: -Descansare este séptimo día.
Año tras año y siglo tras siglo, el hombre ha modificado un mundo perfecto en lugar de adaptarse a él y el vengativo tiempo en lugar de pasear por su lado le ha tomado ventaja y lo ha visto: nacer, crecer ser, envejecer y morir.
Entre tanto ruido, el hombre en ciudad se ha convertido, poblando con millones un mundo que hasta hacia poco consideraba plano.
En uno de pocos silencios, un ángel ha caído desde el cielo en una estrella, sus alas cristalinas se han resquebrajado por el impacto, y el mar se ha teñido de un color azul claro.
Su cuerpo yace suspendido en las aguas y entre la espuma las olas lo llevan hacia la playa.
El viento, cubre su delicada silueta con arenas blancas, cobijando así el dulce sueño de una niña soñada, mientras que piadoso el tiempo pasea por su lado intentando ignorarla.
Ya el ultimo de los pétalos se ve marchito, el ángel ha despertado, y el mundo en el que cayo hace tiempo, ha muerto. Una lagrima rueda por su mejilla y al caer, nuevamente, se inicia la vida.
Dios la mira y se dice: -Hay una Eva en mi cuadro, le haré de arcilla un nuevo Adán.