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Me presento. Mi nombre es Marco Antonio Osses González, tengo 17 años de edad, mido 1.72 m y lo que mas me gusta es dormir y poder crear. Mi padre tiene mi mismo nombre, mi madre se llama Ximena González. Tengo una hermana de 21 años de edad llamada Priscilla Osses.

En mi vida, se puede decir que he atraído por lo malo, por el fracaso. Desde que tengo uso de razón que recuerdo todas las peripecias que nos ha tocado vivir a mi familia y a mi persona. Mi padre, un supuesto “padre” mas bien, nunca le ha importado el hecho de que tiene dos hijos y una esposa. Prefirió vivir la vida a su manera, sin control externo y sin restricciones. Fue así como comenzó el mal hábito en Chile de los padres que abandonan a sus familiares. Recuerdo que mi madre siempre estaba corriendo, haciendo todas las cosas por nosotros, mi hermana y yo.

En ese entonces tenía once años de edad, cuando tuve mi gran y penosa desilusión familiar. En una conversación con mi padre, él me confesó que no tenía intenciones de hacer algo por nosotros, que para él somos una espina en su vida, un estorbo, un gran estorbo. En ese entonces cursaba Quinto año básico en el colegio particular Alcántara Cordillera, que por cierto costaba muy caro. Mi madre pedía ayuda monetaria por parte de mi padre, pero ya conocemos su postura y respuesta.

Eran tiempos de cambios, la educación sufría cambios radicales. Fue cuando en mi niñez sufrí la iniciativa de la Reforma Educacional y la imposición de la Jornada Escolar Completa en la totalidad de los colegios de Chile. Yo, por cierto, iba en jornada escolar completa desde Segundo año básico.

En mi tiempo libre, con mis amigos de las cercanías de mi hogar jugábamos a la pelota. Luego empecé a jugar Basketball o Baloncesto, un deporte no tan conocido para la época la que me refiero acá en Chile. Antes, salía a la calle cerca de mi hogar a jugar a cosas divertidas y didácticas, el ejercitarse haciendo juegos como la pinta, la escondida, el Rin-Rin-raja, el Tombo, el andar en bicicleta, a la escondida, etc. Pero no todo eso duraría por siempre.

Conocíamos los videojuegos, aparatos ultra tecnológicos para la época que terminaron atrapando mi mente y atención por años, hasta el día de hoy, lo confieso. Los niños de mi misma edad comenzaban a pedir estos aparatos, los mismos que el que tenía yo, los famosos Nintendo. Ya no se veían niños jugando en las afueras de sus casas, ya no se hacía el ejercicio que antes sí. Todos estaban en casa jugando con sus videojuegos y comenzando la tendencia y moda más dañina, destructiva y mortal de todas las generaciones.

Comenzábamos a conocer la violencia muy de cerca, veíamos la muerte al prender y apagar nuestros videojuegos. Perdíamos la inocencia, nuestros cuerpos fueron cambiando para mal. Fue cuando el sedentarismo nos llevó a la obesidad a un gran porcentaje de niños. Por causas de este sedentarismo, sumado con la invención de la comida chatarra, convertimos a la sociedad en seres incapaces de hacer las actividades de antes. Comenzábamos a engordar.

Antes, los nutricionistas eran casi desconocidos y para que hablar de los sicólogos, pero hoy en día, todos hablan de ellos. Se pensaba que los kilitos de más demostraban un buen pasar económico pero hoy en día es sinónimo de fealdad, imperfección y rechazo. ¿Cómo fue que cambió de un día para otro nuestra actitud frente al rechazo? Todo esto lo responden los anuncios, programas, productos y modas extranjeras. Estamos perdiendo nuestra propia identidad, somos corrompidos por una estructura social totalmente nueva. Se veía en la TV mujeres al borde de la anorexia, como sinónimo de belleza. Los hombres sufrían el cambio más radical que hasta hoy en día nos cuesta aceptar.

Nacen los llamados “metro sexuales”, hombres extremadamente preocupados de su imagen y apariencia. Eran tiempos modernos, los hombres tardaban más que las mujeres en arreglarse para ir a comprar! Es algo que nos va a llevar a una sociedad vanidosa y envidiosa, de competencia sin razón y sembrará el odio en nuestros corazones. Gracias a Dios que yo no soy así. También la música juvenil sufría cambios drásticos. Nace el famoso “Reguetón”.

Ritmo con un estilo de baile tan morboso como el Axé, pero con un alto contenido erótico y sexual. En sus letras se puede oír el llamado a los jóvenes al acto sexual, a que sea tomado como un juego o baile para divertirse. Canciones nos enseñan términos nuevos y vulgares como “PERREANDO” o “DALE CON EL LATIGO” o “AZOTAME”… actos de muy mal gusto para mi criterio. Vivimos tiempos de distorsión, de una extrema inmadurez en nuestra juventud. Ya no se les da la importancia a las cosas que valen la pena, como el ser alguien en la vida, un profesional que puede costear sus gastos por el esfuerzo que desempeñó en sus estudios. O el amor, el amor en sí. Ese que nos toma de los rincones de nuestra soledad y oscuridad para bañarnos de vida, nos lleva a la gloria.

Hay que ser sinceros. Hemos cambiado su significado. Antes, era algo sagrado, de respeto e inocencia. Amábamos sanamente, un amor puro y verdadero, un amor no corrompido por el vicio de lo sexual. Mi primer amor fue algo especial. No sabía métodos para expresarlo, pero era tan solo un niño, un jovencito desconectado totalmente de este ámbito por causas de los videojuegos. Ella se llamaba Camila Mondaca. Sentía por ella un fervor en mi alma que quemaba mi ser. Sentía una presión en mi pecho. La amaba. Realmente aprendía lo que era el amor.

Pero que ocurrió después, ¿Qué nos pasó? Todo lo demás fue solo desilusión y pena. Conocía a persona del otro sexo que no se valoraban y hacían de su vida una escoria. Mi corazón sufrió mucho por culpa de estas endemoniadas inconscientes. No me cabe en la cabeza hasta hoy el que ellas, las mujeres que amé, preferían al hombre común del montón, el bueno para el “carrete”, el que hace de su vida un vicio y una perdición. Se recordará por siempre a la mujer madura e inteligente, a la que sabía encontrar e los que valen la pena, los que somos sanos, fieles, buenos. Afortunadas son las que son felices con los hombres vacíos de corazón, porque aunque no lo deseen, algún día sabrán el error que han cometido. Bendigo a las parejas que llevan su relación con respeto y amor, porque de ellas surgirá la cura para la infección de nuestra humanidad.


Marco Antonio Osses González

Texto agregado el 27-03-2007, y leído por 150 visitantes. (0 votos)


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