Un punto de luz obturado, callado...


Es esta la única espina derrapada que en tu cara se recoge,
Y así- venida a menos dirían- estableces perspectivas más allá de la culpa y el desprecio engañoso.


A medio abrir, un ojo contiene lo espeso
de la dificultad de mirarse que tiene el ser humano,
No hay espejo que resista el adefesio horroroso de nuestra hipocresía.

Se reviste la mañana de ruidos de motores flotantes,
Se mete entre las membranas carnosas el espasmo virulento de la autodestrucción,
Cuando alguien habla en una televisión demasiado absurda para ser cierta,
Los secretos sórdidos de algún personajillo que llamóse conocido (del jet-set)...


No, no acepto la vida del patético espectador,
Quisiera la del anónimo pensador... del silencioso aprendiz...
De la mujer constructora de algún sueño que hecho realidad abre otros...
En otros lugares, en otros sueños, en otros rincones antroporrítmicos...

No más maniquíes peligrosos, estereotipos desvirtuados, ejemplos ruinosos...


No puedo dejar de pensar que la sordera espiritual es contagiosa...