I
Hace horas observo esta casa, si tomo esas horas y las sumo en una imperfecta adición quizá sean años... cinco o seis años.
Esta casa es hermosa, pues de ella he observado su silueta, su figura y sus sombras, he soplado en su ventana que siempre es impenetrable y ciega, me he asomado al pórtico y he tocado a la puerta, he acariciado los ladrillos y he hundido mis uñas en su madera, he pisado las hojas de su jardín y me he parado a la puerta tocando la aldaba.
He lanzado piedritas al balcón y a las ventanas de abajo, de arriba y de más arriba -lo he intentado todo-, pero la puerta nunca se abre y yo de ningún modo puedo dejar atrás el umbral... y doy pasos rodeándola, silentes, pacientes, cándidos, eternos pero nadie sale, no responden y nunca logro entrar; no porque me lo prohíban pues simplemente no me escuchan, ni a los golpes ni a las piedras, ni a los pasos, ni a los gritos, simplemente no soy nada y eso es peor que vedar.
II
Hace horas estoy sentado y observo esa casa, el anden ya se come mi piel y el asfalto se apropia de una pequeña parte de mi y si sumo las horas del anden en una imperfecta adición quizá sea un año...dos, no más.
Esa casa es hermosa, lo sé, yo la observo, más a ella que a las otras, pues las otras ya las vi, las tragué, no solo las rodeé y agité sus aldabas, sino que me adentré y olí sus pisos, me acosté en sus alfombras, me arropé con sus cortinas y me aferré a las paredes, me senté y en sus rincones lloré. En todas ellas viví y creí haber sentido, creí haber estado y creí haber llorado pero al final siempre me iba, pues los rincones se inundaban y las cortinas raídas caían y luego se desvanecían, las paredes se iban resquebrajando como losas de un platero y poco a poco las casas se iban muriendo, tan fugaces y tan mundanas.
III
Hace horas estoy sentado y observo esa casa tan hermosa, tan perfecta...
Y me adentro sin que abran, es gigante y hay fantasmas que me hablan y miles de historias en las paredes y rincones tan oscuros que lloro sutilmente, cortinas de seda para mi cuerpo desierto e inerme, almohadones de satín y paredes tan sólidas y cálidas que hasta mi cuerpo frió en el anden logra sentir el sosiego.
Hay mil vidas en la casa y todas quieren ser mías y hay tiempo y eternidades y ojos claros y bellos y voces casi inaudibles y cabellos tan tranquilos y besos tan impalpables y la casa es gigante y es la mejor y es mi casa y es mi vida...
Pero si sumo en una imperfecta adición mis horas, con mis días, quizá ya sean años... seis, siete o más y yo nunca he entrado a esa casa y solo es tan grande como grande es mi deseo y mi imaginación, pues la casa será todo en mi vida mientras que sea la casa misma la que me obliga a sumar en adiciones imperfectas estos años de espera y estas tardes en las aceras, ésta casa será todo mientras sus puertas estén cerradas y a su umbral nunca pueda derrotar
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