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Inicio / Cuenteros Locales / lucgar1 / La carrera de las elecciones (Capitulo III)

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Transcurrió una semana agitada. Cada uno se las ingenió para averiguar algo sobre los organizadores, tratando de no levantar sospechas.

Mi relación con Nikita marchaba sobre rieles, nos veíamos todos los días con la excusa de discutir ideas sobre cómo se llevaría a cabo la venganza.

La persona que me gritaba desde la multitud, resultó ser el más eficiente en la búsqueda. Solo él desenmascaró a tres de los genios de las computadoras.

Horacio, que así se llamaba, presentó en la reunión las fotos y todos los datos necesarios para capturar a Bonetto y Valdano, dos de los cabecillas, y a Díaz, uno de los principales ayudantes de la banda.

Diego reunió información sobre Chialvo, que luego conocimos como el restante de los tres líderes de la organización.

José Luis recabó datos sobre Vicini y Capitani, dos de los tres que se encargaron de conducir todo desde las computadoras.

Ricardo, en cambio, reconoció a Ferrero por la calle y lo golpeó hasta que un grupo de estudiantes de quinto año de un colegio técnico lo sujetaron para que no lo mate.

Nikita y yo nos encargamos de la parte logística del plan, nos ocupamos de diagramar la fecha, la hora, el lugar y cómo se haría realidad nuestro sueño de vengar nuestro orgullo.

Cuando por fin se llevó a cabo la reunión, cada uno informó a los presentes sobre lo que había investigado. Se mostraron fotografías y se presentaron las direcciones y los recorridos que hacían diariamente cada uno de los sujetos.

Con Nikita, dimos a conocer que el jueves a las trece y treinta horas, “pasaríamos a buscar” a cada uno de los individuos por sus hogares, oficinas o en uno de los trayectos de sus recorridos diarios y los llevaríamos a la plaza principal. Una vez que todos estén en nuestro poder, contrataríamos una empresa de propalación y tomaríamos los servicios de publicidad de los distintos medios de comunicación, para invitar a todo el pueblo a la ceremonia de desprestigio que se llevará a cabo esa misma tarde a las diecisiete horas.

La reunión finalizó y todos se retiraron para seguir con sus obligaciones, mientras que Nikita y yo nos quedamos para acomodar el desorden que habíamos dejado.

- Mi amor – gritó Nikita desde la cocina - ¿por qué no me hacés el favor de traerme las jarras y los platos para lavarlos?

- Si mi vida – contesté desde el salón – pero, ¿por qué no dejás eso para después y venís a hacerme unos mimitos?

- Más tarde, ahora quiero dejar todo acomodado porque después no voy a querer salir de la cama. – me contestó con una mirada pícara.

- Acá tenés las jarras y los platos – le dije - ¿por qué seré tan fácil de convencer? – pregunté riendo.
Ella se rió también y pasó su brazo derecho por detrás de mi cintura, quedando de costado y me besó suavemente la mejilla.

- Tengo una idea - dije – mientras vos lavas y acomodás todo esto, yo voy corriendo hasta la roticería de la esquina a comprar una pizza para que no tengamos que cocinar y ensuciar todo de nuevo.

- Sos un genio – dijo mientras me abrazaba – ahora entiendo por qué estoy enamorada de vos. – me susurró al oído.

Cuando regresé de la roticería, Nikita, no sólo había terminado de limpiar la casa, sino que también hizo tiempo para ponerse el desavillé de seda que le regalé el día anterior y todavía no lo había estrenado.

Tuvimos una cena muy intima, al lado del hogar, sentados sobre unos almohadones con motivos japoneses y tomamos un vino fino tinto de las bodegas de un pariente lejano mío.

Finalizada la cena, la llevé en brazos hasta el dormitorio, la recosté sobre la cama con sabanas de seda negra, luego me acosté a su lado e hicimos el amor.

- Te amo tanto – me susurró mi dulce Nikita – quedate a dormir conmigo – me pidió.

- No, mi sol, me encantaría, pero no puedo. – contesté.

- Dale, por favor. – suplicó - ¿Por qué no podés? Quedate, hacelo por mí.

- Mi amor, me tengo que ir, mañana debo hacer miles de cosas. Por favor no insistas. Sabés que soy capáz de hacer cualquier cosa por estar con vos, pero no puedo.

- Está bien, pero mañana sí ¿eh? – me dijo mirandome de esa manera que sabe que no me puedo resistir.

- Acompañame hasta la puerta para que cierres con llave – le dije – y te prometo que mañana apenas pueda me llego por aquí, y a la noche me quedo a dormir con vos.

Nos saludamos con un beso y nos abrazamos como si no nos fueramos a ver nunca más.
Llegué a casa y me dediqué a ordenar la habitación, en realidad no fue mucho lo que acomodé, solo saqué la montaña de ropa que estaba sobre la cama para poder acostarme.
Estuve peleando con el sueño por una hora, la ansiedad de pensar que todavía faltaban tres días para poder vengarnos de esos desgraciados, no me dejaba dormir. Cuando estaba conciliando el sueño, sonó el teléfono, salté de la cama y corrí hasta el comedor a atender, me asusté mucho, pensé lo peor. ¿Quién podía llamar a las cuatro y media de la mañana?

- ¿Hola? – dije agitado por la corrida y por miedo a que pudiese haber sucedido algo malo a Nikita.

- Hola Patricio, soy yo, Ricardo.

- Ricardo, ¿pasó algo malo? ¿por qué me llamás a esta hora? – pregunté imaginando que se había metido en algún lío.

- No, no te preocupes. Lo que pasa es que tengo una buena noticia y no puedo dormir si no se la cuento a alguien. Y pensé…

- ¿Qué pasó? ¿Cuál es la noticia? – dije en un tono de voz fuerte, no muy común en mí.

- Como vos sos el más inteligente de nosotros – dijo queriendo quedar bien conmigo, notando que estaba un poco enfadado por la hora – quise que seas el primero en saber que conseguí una camioneta grande para que el jueves podamos cargar a todos esos malparidos.

- Está bien, Ricardo, te felicito, ¿pero no podías haber esperado cinco o seis horas más para decírmelo?

- Disculpame Patricio, tenés razón, fui un tonto, pero necesitaba decírselo a alguien para poder dormir – se disculpó y en su voz noté que en cualquier momento rompía en llanto.

- No te preocupes, disculpame vos por haberte tratado mal, sucede que me asusté por ser tan tarde.

- Bueno, chau. – saludó Ricardo - ¡Ah! Patricio, perdoname, pero mañana me gustaría hablar con vos.

- No tengo problemas – respondí – pero, ¿te pasa algo?

- Mañana te cuento. Chau Patricio. Que descances.

- Chau Ricardo, nos vemos.

Texto agregado el 26-03-2007, y leído por 193 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
22-05-2009 Tierna la descripción de amor y sigue la venganza como motivación de la lectura. Buen dialogo y buena trama. Seguiremos. Un abrazo Sofiama
21-05-2009 te sigo.. mis 5 Calvita
04-04-2007 mmm... deja intriga Mewpher
04-04-2007 te sigo- RocioNoboa
28-03-2007 muy bien el suspense, a seguirla. doctora
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