Soy venezolana, con todo lo que eso implica hoy, con una cultura donde las madres y sobre todo las abuelas son el centro del universo de todos los hombres. No es matriarcado porque no somos reinas, somos el poder y la belleza que da ese poder se nota en todas las mujeres venezolanas, hasta en las más feítas.Mi historia comienza con la vida de mis abuelas, eran cocineras, y ese es uno de los oficios que más me gusta, porque en mi casa materna y paterna descubrí que el campo y la ciudad no son una misma cosa, y la ciudad no es mejor que el campo,y vivir entre dos casas o más enseña a vivir y a disfrutar la vida en la abundancia y en la adversidad. Caracas abruma, ruidos, gente, imágenes, velocidad,cemento, olores gratos e ingratos. El Cercado es calor, tierra, brisa, cielo abierto, árboles, pájaros,olores gratos e ingratos.En todos lados hay escuelas, hay niñas y niños, así que una cocinera, y una maestra es bienvenida en cualquier parte. Eso me enseñaron mis abuelas, que dejaron los pulmones ante un fogón para que sus hijas, hijos y nietos no llegaran a pisar nunca la cocina ajena, porque según ellas ser cocinera no era ser alguien. Yo no estuve de acuerdo. pero soy obediente y estudié mucho para ser maestra y verlas felices, luego estudié mucho para defender el derecho a saber leer que tiene la gente pobre, la educación gratuíta y para que ellas aprendieran tambien a escribir sus nombres, ese era nuestro secreto, ellas no sabían leer, pero cocinaban como unas diosas.Yo aprendí con ellas lo que pude, pero no me estaba permitida la cocina, solo los estudios, eso me gustó poco a poco, lloraba mucho, no me gustaba la escuela, me gustaban los cuentos, las recetas y los recetarios, los olores, el fuergo vivo bajo el hierro del budare donde se asaban las arepas, las cahapas, las carnes. Me fascinaba la cara de mi tío, el era mesonero,y llevaba hasta doce vasos llenos de refresco en una mano sin derramar ni una gota.Me encantaba mirar el rostro de la gente cuando degustaban cualquier plato típico y sencillo hecho a leña y sol,acariciados por las manos de estas mujeres que llevaban la vida a todo el comiese en casa, o en "El rincón" como llamaban ese sitio prohibido para nosotras, pero al que entrábamos de vez en cuando.Trabajadoras como cualquiera, levantaron una familia con valores, heredé de ellas el orgullo por lo nacional,lo internacional y lo que une una cosa con la otra, aprendí a valorar la buena atención, la buena mesa,la unión familiar, que nadie esté solo porque "el que come solo se muere solo" por eso lo mejor es compartir.
En mi vida fué facil abrirme caminos, en medio de la pobreza, de las dificultades políticas, de las discriminaciones hacia la gente del campo que aún se ven en Caracas, fué facil, siguiendo consejos de viejas como : Haga lo que salga de su corazón, vive y deja vivir, respete y no diga cosas feas de los ausentes, "tenga juicio", "el ojo pela'o", y otras cosas sin sentido como :"Jugando lo mete el perro", "Cara seria culito rochelero", "cara triste corazón malvado","si te gusta mucho aprieta las dos rodillas, y no la aflojes".Eran un par de genios esas viejitas. Una abuela era elegante, caraqueña que no salía sin medias ni a la esquina, se peinaba sus cabellos de india con un moño alto y jamás se puso pantalones, ni porque estaban de moda. La otra abuela, era campesina, bella, negra, criaba cabras y producía todo lo que sale de ellas. (continuará)