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Con tu puedo...Cap 26
Una casa para cuatro

Cuando Ramón y Alicia despertaron esa mañana de sábado, el sol ya estaba alto. En la mesa desayunaban tranquilamente Lastenia y Francisco. Para Alicia no fue extraño ver a Pancho. Ramón acusó un golpe, miró con seriedad al hombre que esa mañana estaba al lado de su madre. Alicia, mostraba un signo de felicidad no fácil de explicar, pero, era uno de sus sueños de los últimos días, así que preguntó con toda naturalidad.

—Pancho.
—¿Dígame, señorita linda?

—¿Tú sabes peinar a una niña como yo?
—Nunca he tenido esa dicha, así que si usted me dice, cómo la peino, yo puedo hacerlo y le prometo aprender. Y si algún otro día usted gusta, también lo puedo hacer.

—Mami, mamita, enséñale a Pancho cómo debe peinarme ¿Ya mamita?
—Hija, si Francisco quiere, yo le puedo enseñar.
—¡Ya mamita!

—Ramón, Alicia ¿conocen el mar?
—Yo, nunca he ido – asegura Moncho – algunos amigos me han contado como es.
—Yo, tampoco lo conozco

—¿Quieren conocerlo?
—Síiiii, - dice Alicia
—Me gustaría conocerlo – dice Moncho

—Quiero invitarles a los tres, para que mañana vayamos a Iquique.
—¿Verdad Pancho? Porque a mí, no me había invitado – indica Lastenia.
—Yo voy mami, no importa que tú te quedes cuidando la casa – Alicia lo único que piensa es en pasar mucho tiempo al lado de Pancho.

—Mañana, yo tengo que hacer algo en Iquique, eso será en la mañana, en la tarde podemos ir a la playa para que ustedes se bañen en el mar.
—Mamá. ¿Vamos a ir, cierto?
—Ya que Francisco nos invita, iremos todos y la casa se cuidará sola.

—Hoy tendrán que acostarse temprano, ya que mañana tendrán que levantarse de madrugada. Antes de que salga el sol, el tren pasará a las siete de la mañana. Yo ahora tengo que irme a trabajar, así que los dejaré con la mamá, a la tarde conversamos del paseo, ¿les parece?

Como cosa natural, Francisco beso en la cabellera a Alicia y le tendió la mano a Ramón. Cuando va a salir a la calle, se acerca a Lastenia a quien le da un suave beso en sus labios. Los ojos de ambos brillan, con un brillo que ambos habían perdido en aquellas vueltas de la vida de cada uno.

—Hijos, quiero que me escuchen un ratito – dice la madre, sentándose frente a ambos – ustedes son mis más grandes tesoros, un tesoro que el papá y Dios me regaló. El papá se fue hace ya muchos años. Si no fuera por ese accidente, él estaría acá desayunando con nosotros. Yo, voy a querer al papá por siempre, pero aún cuando están ustedes dos, yo muchas veces me siento sola y necesito otra compañía además de ustedes dos. Pancho llegó a mi vida, y parece se va a quedar por muchos años.
Lo que quiero decirles, es que es probable que en estos días Pancho venga a vivir con nosotros, o nosotros en la casa de Pancho o en una casa nueva, una para los cuatro.
Ahora vamos a ir al cementerio a visitar la sepultura en donde está el papá, a él le contaré de Francisco, sé que el papá estará de acuerdo.
—Mamita.
—¿Sí, mi niña?
—Mamita, yo quiero que se venga para esta casa. Si Francisco no tiene cama, yo le convido un ladito de la mía.
—Gracias hija.

—¿Mamita?
—¿Sí, mi niño?
—Me parece raro esto, pero, yo quiero verte feliz. Si tú te vas a sentir feliz, yo estoy de acuerdo, pero, mi papi, nunca va a dejar de ser mi papi.
—Sí, Ramón, nunca dejará de ser el papá de ustedes dos.
—Gracias mamá.

—Y ahora, yo peinaré a mi reina, le haré dos trenzas. Mi rey se peina solo y nos vamos al cementerio a ver al papá. Mañana iremos a Iquique, así que a portarse bien.

Los tres, tal como muchas otras veces, salieron para el cementerio. La sepultura, como todas las de ese cementerio, luce coronas con flores de papel desteñidas por el sol. Lastenia con sus hijos de la mano, estuvo varios minutos conversando con su marido, le contó que había finalmente llegado Francisco y que por lo que se ve, se va a quedar con ella y los hijos por años. Le pide que le perdone, que el amor llegó sólo, sin llamarlo, tal como cuando llegó él hace diez años. Que esperaba ser comprendida por él y por el mismísimo Dios que la está mirando.

El día pasó tranquilo en casa de Lastenia. Preparó algunas costuras que debía entregar esa tarde, luego buscó entre sus cosas y encontró unos retazos de tela con los que hizo un traje de baño para cada hijo, los que andan felices soñando despiertos con el mar que conocerán el día siguiente.

En otro lado de la Oficina, los dos hermanos trabajan arduamente para dejar limpio el espacio que servirá para guardar las plantas que han de florecer el día del casorio. Trabajan conscientemente ya que, en primer término, el trabajo que están desarrollando es mucho más liviano del que realizan hacen regularmente.
La mujer de Fernando Gómez va a verlos una o dos veces en el día, inquiere por lo que hacen, reafirma lo que hacen y se va. En una de esas visitas. Francisco le ha pedido le regale un par de sacos con tierra, ella se lo concede.

—Hermano. Tenemos que conversar.
—Pancho, no es necesario que me lo digas, yo soy un hombre feliz con ello y creo que también seguiré sus pasos. La Mireyita, esa niña del teatro, me tiene enamorado y también quiere unirse en matrimonio o así nomás.

—Tito, me alegra, pero usted sabe que seguiré siendo su hermano mayor y si usted se me porta mal con esa niña, téngalo por seguro que le saco la cresta, pero, como sé que no lo hará, entonces mi enhorabuena.
Mañana voy a Iquique con los niños y la Lastenia, ¿Vamos, hermano, mire que va también la Julita y Alamiro? Hay que ir entonces, hay que cuidar a ese niño.
—Ninguno de los compañeros nos perdonaría si le ocurre algo, habiendo podido defenderlo.

—Así mismamente es, Tito, así que si quiere invite a la Mireyita, haremos un buen grupo. Ella le hará compañía a la Marianita y a la Lastenia, mientras conversamos con Don Reca.
—¿Y usted hermano, cree que el patrón eche a Alamiro de la Oficina?

—Es raro el actuar del patrón, nunca antes había amenazado. Si alguien le molestaba, echaba al molestoso o usaba al Ramiro para desaparecerlo. Con Alamiro, se ha ido de amenaza en amenaza, tiene miedo de algo, debe pensar que al cabro lo apoya todo el mundo. Es raro, hermano.
Y ahora sigamos preparando el terreno para las plantas, este trabajo es menos duro que lo que hacíamos y nos han ofrecido incentivo.

Al terminar la jornada, Francisco, llenó un saco con tierra, lo cargó sobre sus hombros y salió. Al llegar a la puerta uno de los guardias los detuvo y preguntó por el saco.

—Se lo pedí a la Señora Estela y ella me autorizó.
—¡No podís sacar nada de aquí, así que vacía el saco en el montón de tierra!

—Señor guardia, con mucho respeto le digo que la señora Estela me regaló esta tierra. Yo no la quiero molestar, si la molesto, a lo mejor me colocan en el cepo, pero, puede que a usted le llegue una buena. Voy a ir a vaciar el saco, y luego a decirle a la señora que usted me trató mal.
—¡Da vuelta el saco allá, mierda! Aquí el único que manda soy yo, hacís lo que te digo o te doy de azotes.
—¿A quien va a azotar usted, Germán?

—A este roto de mierda que se está robando algo dentro del saco, señora.
—Francisco, por favor vacíe el saco donde este señor le dijo.

—Como usted mande señora Estela.

Francisco fue con su calma y vació la tierra que iba dentro del costal.

—¿Qué es lo que está robando Francisco, Germán? ¿Francisco, le dijo al guardia que yo lo autoricé a llevar esta tierra, Francisco?
—Si, señora, se lo dije, él me dijo que acá quien manda es él y nadie más.

El guardia, tragó aire e intentó salir ileso del trance, más la dueña es la dueña y no le gusta le contradigan.

—Germán.
—Sí, señora.
—Vaya, busque una pala y llene el saco que hizo usted vaciar.
—Pero señora, Francisco es sólo un minero más.

—¿Me estás contradiciendo?
—No, señora.
—¡Haga lo que le mandé de inmediato y si no se apura en buscar pala, llenará el saco con las manos!

El guardia salió casi al trote, a buscar la pala, regresó y en medio minuto llenó el costal con la tierra.

—Ahora levántelo y colóquelo sobre los hombros de Francisco. ¡Y con sumo cuidado!
Nunca más quiero que usted ponga en duda lo que le diga Francisco cuando le asegure que yo di una orden. ¿Quedó claro?
—Sí, señora
—Y el lunes lo quiero a las nueve de la mañana en la oficina de mi esposo, que le colocará lo más lejos de mi vista.

Germán, que trataba de ganarse el cargo que había perdido Ramiro, vio que la tontera cometida le dejaba fuera. Y si a la señora Estela se le ocurría lo echaba de la Oficina.

—Francisco.
—¿Sí, señora Estela?
—El primer pimentón que coseche, quiero que me lo lleve de regalo, ah y no crea que me olvidaré, iré a ver como va su jardín flotante.
—Gracias, señora ¿Puedo retirarme?

—Sí, vayase y el lunes tempranito comenzaremos a trabajar.
—Señora Estela. Necesitaremos una manguera que alcance para todo el galpón.
—Allí estará el lunes.

Francisco, salió con el saco lleno de tierra. Tierra que le hace retroceder a sus años de trabajo en el campo, de vida en los surcos del sur, esa tierra que antes de cultivarla la toma con sus manos la huele y húmeda la prueba con su boca. En su ensueño, se vio en mil surcos cultivando la madre tierra para que pariese los alimentos necesarios para el cuerpo del ser humano.
Iba contento a “su casa”, iba a casa de Lastenia que también la sentía suya.
Hacía meses había guardado unos cajones de madera, volcaría la tierra y allí pondría algunas semillas que guardaba desde hacía años. Su olfato le recuerda el ají en su mata y, las cebollas. Regresa a la tierra, la misma tierra de la que ha sacado tantas cosechas. Así, alegre el corazón llegó a la puerta de esa casa.

Tocó la puerta, le abrió la niña, le miró con alegría y preguntó por lo que llevaba en los hombros. Entró derecho al patio, colocó el saco en una esquina, saludó a los niños y a Lastenia.

—Mamita, Pancho trajo un saco con tierra.
—Si, hija, ya lo vi ¿Para qué es esa tierra?
—Tengo unos cajones, adentro colocaré esa tierra y colocaré algunas semillas que, si están buenas, de ellas saldrán lindas plantas y flores.

—Pancho. ¿Y esa tierra de dónde salió?
—Me han dicho que viajó en las bodegas de un barco, luego el tren las trajo hasta acá y yo, se la pedí a la señora Estela y ella me la dio.

—¿Quieres agua para lavarte?
—Sí, pero si no hay yo voy al pilón y traigo para la casa.
—Hay agua, lávese para que le convide once(*)
—Gracias, ¿a ver mi niña, cómo van los preparativos para mañana?
—Ya tengo todo listo, la mamita nos hizo un traje para bañarnos.
—Mañana saldremos en cuanto amanezca. Hay que dormirse temprano.
—Ya.

(*) Onces, una de las cuatro comida que casi normalmente se hacen diariamente en Chile, onces viene al parecer de una deformación del inglés Lunch, que luego paso a ser “lonche” de ahí que las maletas para cargar la comida se les llame “Lonchera”, lo de las onces se juntó a esa costumbre, que dicen es inglesa, eso de “la hora del té” a las cinco de la tarde y en Chile, al té se le suma un sanguchito u otra cosita rica.

Curiche
Marzo 25, 2007

Texto agregado el 25-03-2007, y leído por 305 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
04-06-2007 Que bien este capitulo, curiche, es omo si fuéramos alli. mis 5* salambo
12-04-2007 ¡Puchas que lindo! ¡Que ganas de estar ya en Iquique! * * * * * loretopaz
28-03-2007 El onces, debe ser la picadita que decimos en argentina.Muy buena la historia. ***** tequendama
26-03-2007 Totalmente de acuerdo con Sorgalim y NeweN. Nos vuelves niños a todos con este capítulo familiar ¿Qué es si no la infancia? Ternura envuelta en sábanas, y olor a caldo de gallina y canela en la cocina ¡Árboles y también Escuela! (Estoy pesada, Curiche, jajaja...) maravillas
25-03-2007 El día siguiente, después de dormir por primera vez juntos y amarse en alma y cuerpo exquisitamente... es un maravilloso día -no solamente para Pancho y Lastenia- sino también para Ramón y Alicia. La trama derrama ternura desde donde nos ubiquemos, ese Pancho es toda una virilidad impregnada de caramelo al unísono con la femineidad de la mujer y la inocencia de los pequeñitos. Y la emoción de poder conocer otros lugares como el mar, en aquellos seres de alma humilde alcanza un sabor superlativo. Es significativo el encuentro y la identificación de Pancho con la tierra, aquella que sus brazos trabajaron tanto en el pasado y que ahora, de manera muy especial, trabajará en la casa de Lastenia sobre unas cajas de madera para que nazcan plantas... Me encanta este capitulo ***** SorGalim
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