Canto de las Musas


Me voy dijiste,
o mejor dicho no lo dijiste;
lo leí en el vuelo de tus ojos.
Me desbandé contigo
hasta los huesos,
en estuario...

La que queda en el nido:
pena que me conmisera
no soy yo;
es un jirón del destiempo,
perfume a muerte y espera.
Rumor de mariposas
bajo el cielo del silencio.


El sol, un guiño oblicuo
en mi ventana

No te miraré más,
ni viviré por ti
nada mas que en versos.

La nada trepará por mí.
Polvo incendiario de bosques,
llamaradas de astros violetas
en los mares de tus ojos.

Tormenta que golpea la conciencia
de un pan magro.
Un escupitajo aventurero
en cualquier dintel,
de cualquier puerta.
A cada instante la saliva
de un dios sin profeta.
Qué más da.
No daremos amor,
ni nos diremos amor.

Goteará nostalgia
en lágrimas de lluvia
en mis cristales.

Desnuda mirando el poniente,
mi alma.
El pubis en cruz,
naves sin huéspedes
un grito emplazado en pasión.
La musa
en desarraigo
de tu continente.

Ese ave que se posa
Y puedes ver desde la distancia
es mi espíritu que se agita como una bandera blanca.
Ven a mi proa y toma sus jirones.
¡Descúbreme!

No es fácil vivir así de mendrugos,
de soles prestados
de lluvias desde dentro.

Cuando tu partida
me arrastre: miraré atrás,
para ver las cadenas de tus pisadas.
Donde me arrodillo a besar
los pies descalzos del amor
(que todavía me pertenecen).


La ciudad de tu cuerpo
enciende mis luces,
apaga las renuncias.
Abre mi cáscara
se come la esencia
degusta la entrega.
vence la ternura acuartelada
de hembra que abdica toda pureza.


Todo el llanto que cae desde el azul
del mar : soy yo
pidiendo clemencia.
Los astros incendiarios
en noche trágica:
Soy yo,
pidiendo clemencia.
La brisa que besa tu rostro:
Soy yo,
Soy yo
la mujer que acaricias en otras.
Todavía no te has dado cuenta,
la misma que comienza
y termina:
La que te lleva mas allá de sí misma:
Soy la vida que te nace
Soy la muerte que te entrega.
¡Soy yo!...