JUEGO DE LUCES Y SOMBRAS


Andrés llegó con fuerza y cambió mi modo de ver el mundo exterior. Irrumpió en mi vida una tarde de mayo, en esos días en que el sol va extendiendo su imperio y creciendo en fortaleza, y cada tarde tiene un poco más de tarde, y hay más tiempo para la vida.

De las pocas tardes que pasamos juntos, lo recuerdo como un hombre cordial, lleno de energía, entusiasmado con su trabajo. Hablaba con alegría y misterio al mismo tiempo, y contaba historias variopintas que yo escuchaba con atención.

Y entonces se marchó. Nuestros encuentros duraron apenas unos días, pero fueron bastantes para hacer mi primavera más oscura, y mi verano más frío; alejó la luz de mi casa y de mi vida, y sembró de sombras mi alrededor. Esas sombras todavía permanecen en mi mundo, y sé que seguirán ahí a lo largo de los años.




Dedicado a Andrés, el señor que el año pasado vino a colocarme las persianas del salón.