Sentada junto a mi,
miraba mis pupilas,
lloraba para sí,
aquella bella niña.
Yo la podía escuchar
aún con ojos cerrados,
no podía despertar,
pues algo había pasado.
Ahí estaba la pequeña,
de noche y de día,
no me abandonaba aquella,
así lo presentía.
No podía yo hablar,
ni podía abrir los ojos,
parecía soñar,
todo estaba borroso.
No se que había pasado,
mi mente era confusa.
todo lo había olvidado,
sólo había ideas intrusas.
Sentía aquella caricia,
aquella dulce voz,
algo que es delicia,
algo que no es atroz.
Yo quería gritar,
y preguntar quien era,
no podía ni llorar,
tenía una enorme pena.
Así pasó el tiempo,
y vino ya la luz,
limpió aquello el viento,
se alivianó mi cruz.
Y hoy estás conmigo,
pequeña muñequita,
brindándome tu abrigo,
besando mi boquita.
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