Seis años tiene talvez, pero es tan pequeña y delgada que su sombra parece desaparecer junto a su reflejo.
Se mira fijamente, buscándose, pero por mas que intenta no se encuentra del otro lado del espejo.
Sabe que sus ojos son muy grandes y azules como los de su madre, y en serio desearía poder verlos para recordarla.
Su nombre? Ya no existe! Dice que lo perdió junto a la última de sus lágrimas y no lo piensa buscar nunca, porque ya no lo quiere.
Para describirla a decir verdad, solo hay que observarla, así como se ven las hormigas debajo de las lupas. Su sonrisa es muy bonita; sus cabellos castaños, largos y rizados; su piel es sumamente blanca y tan suave como la porcelana china; sus orejas son pequeñas y de ellas cuelgan dos gotitas de oro con una piedrita brillante en el centro; sus brazos son largos y finitos como dos fideos y a decir verdad, se asemejan mucho a sus piernas.
A pesar de ser muy flaquita come mucho cada desayuno, almuerzo, merienda y cena, porque hace mucho tiempo, cuando era considerablemente mas pequeña, uno de sus Abuelos le dijo, muy seriamente, que si no comía se iba a ir por el retrete. Por eso no solo come siempre mucho, sino que también en sus paseos teme caer por los agujeros de las tapas de las alcantarillas.
Es una niña muy especial, le gusta mirar al cielo y decirle a todo el que conoce que las nubes son de algodón de azúcar y con seguridad esa misma tarde va a volar hasta una de ellas y le va a dar un mordisco.
Encuentra a los árboles muy inquietantes, todos, con su forma y color tan similares y tan particulares.
No le teme a los insectos y le gusta tenerlos en su mano un momento para dejarlos luego en alguna flor.
Su color favorito es el rosado, pero no cualquier rosado, ese que se forma mezclando rojo carmín con blanco de luna de otoño y una pizca del azul de las rosas que solo se encuentran en Fantasía.
Su comida predilecta es el helado de blanca nieves con coco y chocolate blanco. Aunque también le gustan los frijoles de caramelo verde o morado y los huevos de dinosaurio hechos de chicle de tutti-fruti.
Antes de dormir, todas las noches, se saca los zapatos a dos pasos de su cama y luego pega un brinco para meterse rápidamente entre las cobijas, llama a su padre y le dice que se fije debajo de su cama, él le repite que no hay nada, ella suspira y sintiéndose muy tranquila sierra suavemente sus ojos, para escuchar uno de esos cuentos que se pierden cuando se cuentan y se duerme.
|