Solía caminar tranquilo, sin urgencias, lentamente, observando el paisaje y contemplándolo todo, la gente caminando con prisa y sin apuro como si tuviera la urgencia de llegar rápido a ningún lado, los automóviles cual raudas flechas avanzaban por las calles, un mareo me envolvió impidiéndome razonar al motivo de ese vértigo alocado que nos lleva a no ver todo lo que nos a sido dado.
Así nos pasa inadvertido el árbol lleno de flores, el cielo diáfano y azul, y alguna veinteañera que a nuestro lado pasa y por estar en el fragor ni siquiera disfrutamos de su gracia y su figura.
También para hacer el amor cometemos la torpeza de tener un tiempo en el que apuramos el paso buscando terminar en un lapso establecido, como si el reloj tuviera algo que ver entre las sábanas que nos cobijan, y llegamos al final sin el disfrute completo.
Quizá habría que replantear muchas cosas cotidianas, quizá deberíamos calmar ese apuro de no ir a ningún lado, en aras de disfrutar una caricia, un beso.............