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SOLA

- Soy especial, y lo sé. Disfruto más la cerveza cuando estoy sola, mi soledad es mi deber. Y aunque (muy) poca gente lo entienda, la soledad es una circunstancia a la que nunca me costó adaptarme.-
Florencia le da una última seca a su cigarrillo, y lo apaga en el piso de su departamento sin ningún tipo de pudores frente al periodista que acaba de entrevistarla. Ambos se saludan, el entrevistador se retira, y Florencia permanece inmóvil mirando sus ventanas, que tienen las persianas cerradas hace ya más de dos meses. Con su silla de ruedas se acerca a éstas, y tirando apenas de la correa, puede espiar que es lo que está pasando afuera. Contempla a una multitud, no solo de personas, sino de colores. Un cóctel de sonidos se dispersa por su departamento, pero asustada, ella decide volver a cerrar la persiana nerviosamente.
De vuelta, con su silla de ruedas, se desliza hasta su máquina de escribir. Concentrada escribe como título: “Sucedió en Carnaval”.
Sus dedos se desenfrenan cada vez más según pulsa cada una de las teclas. De repente, en la habitación empiezan a irrumpir bufones, arlequines, y mujeres semidesnudas, con diminutos trajes de baño emplumados.
La habitación empieza a poblarse cada vez más de sonidos, colores, y personajes extraños, según Florencia escribe.
Todo su departamento se convierte en un carnaval, pero todo es producto de su infinita imaginación.
Ella también disfruta más del carnaval cuando está sola. Aunque preferiría poder salir a bailar a la calle.

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tu_risa

UNICORNIO

El unicornio poseía un cuerno en espiral perfecto que lanzaba destellos de luna, pareciendo irradiar toda la magia de esa noche.

Su cabeza azabache decorada habilmente con pedrería fina, acentuaba la elegancia gitana de Paolo, mezcla de felino y corcel. Sus ojos verdosos de mirada insinuante, recorrían premeditadamente el salón, esperando...

Hermoso antifaz herencia familiar, que usaba solamente la noche del Carnaval de la Luna. Esa noche del año la luna era más grande, ejercía mayor poder sobre las mareas… sobre la sangre… y alborotaba las pasiones humanas.

Las burbujas del champán hacían cosquillas en su nariz. El desperfecto del tren al subir la montaña, había obligado a Ely a permanecer esa noche en aquel desconocido lugar, que por cierto no le desagradaba en absoluto. Participaría del carnaval, para olvidar los monótonos días de los últimos meses.

Una extraña sensación comenzaba a dominarla. No era el champán. Más bien, la mirada envolvente del joven bien parecido al otro lado del salón. Algo inevitable la arrastraba hacia él. Avanzó lentamente, sintiendo un calorcillo que invadía su cuerpo

-Soy Paolo… esperaba por ti- murmuró él con voz varonil, atrapando su mano, llevándola lentamente hacia el parque cercano.

La sensual mirada varonil acariciaba sus ojos... sus manos y su lengua recorrían su cuerpo entregado... hicieron el amor entre suspiros y gemidos de goce pleno.

Abrió sus ojos de madrugada. Él se había marchado. Alrededor de su cuello un pequeño unicornio dorado, y entre sus dedos una tarjeta con una rosa roja, era todo el recuerdo de Paolo.

Regresó al andén y abordó el tren de regreso a casa. Leía una y otra vez la frase escrita a mano: “Te esperaré dentro de cinco años”.

Ahora, sentada en un banco del parque que la empapaba de recuerdos, transcurridos cinco años, Ely observaba a su hija Paola de sólo cuatro añitos, juguetear y reír alegre con otras pequeñas de su misma edad, en medio de la tarde soleada. Esperaba a Paolo.

En otros bancos, otras mujeres con dorados unicornios colgados al cuello, igual miraban jugar a sus hijas con otras niñas. También esperaban.


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