“Las posibilidades pueden parecer infinitas”. Si eso era cierto, entonces podría ser lo que quisiera cuando quisiera. Pero no fue así jamás. Había un viaje que realizar y una elección que tomar en cada uno de los “lugares” en donde me detendría.

- ¿Cómo saber cuando ha llegado el momento? – pregunté después de un agotador esfuerzo por entender.

No sería fácil encontrar la manera adecuada de actuar en cada una de las encrucijadas. Según entendí, cada estación se llamaría: estado. La percepción de cada uno de esos estados era lo que se llamaba conciencia.

- Al principio la elección le parecerá un poco confusa, pero a medida que avance notará que todo se hace más sencillo.
- ¿Qué ocurrirá cuando llegue?
- El tiempo se detendrá.
- ¿Para siempre?
- Sólo hasta que haga lo suyo. También puede escoger no hacer nada. Recuerde que lo que haga afectará a los otros – Entendí que me daba una responsabilidad.

Las cosas pueden cambiar, como los delicados lazos que nos unen a la vida y a los otros. Esos “otros” serían como yo, o acaso tendrían un conocimiento diferente al mío. De lo que estoy seguro es que el viaje se realiza junto a otros y a la vez en la más absoluta privacidad.

- Elija bien lo que hace, no podrá regresar a un estado previo.

El tiempo no es continuo como se pensaba, sino que esta dividido en pequeños instantes separados. Una sucesión infinita de elementos discretos; todo se reduce a instantes en los que todo pasa.

- ¿Y las decisiones?
- Las elecciones no son sólo elementos discretos, sino también finitos.
- Pero antes de estar acá vi muchos, oí: “infinitas son las posibilidades”.
- Eso fue antes de estar acá.

La vida es un viaje en el tiempo, uno en el que no se puede regresar. Aún más, las posibles acciones se reducen a un conjunto finito de posibilidades.

- ¿Entonces, cuántas elecciones existen?
- Dos: lo bueno y lo malo.

Al partir para el siguiente estado, mi conciencia había cambiado radicalmente, no sé cuanto tiempo estuve allí. ¿Acaso importa?