Hoy leí la carta de Celina, hija de una pareja de desaparecidos, que recuperará su identidad luego de veintinueve años, implorando a los medios que respeten su silencio y le den tiempo para poder entender.
Entender. ¿Quién puede llegar a entender una situación de esta naturaleza?. ¿Qué ser humano, rodeado de amor durante toda una vida, puede llegar a concebir tanta maldad, tal aberración? Por un lado están sus familiares biológicos, que reclamaron con tesón, que buscaron con afán, para saciar en parte el dolor de esas pérdidas injustas que nunca comprendieron, que jamás aceptaron. Por otro lado, ellos, los que la salvaron de un destino incierto, los que la recibieron con sus brazos extendidos con toda la ternura que tenían para dar. Es su familia. La que ella conoce. No existe otra.
Pero luego de cada noticia similar, mil veces la misma pregunta sacude mis entrañas, penetra en mi alma y traspasa los límites de mi razón: ¿Cómo una familia puede acoger en su seno a un pequeño ser, sin indagar sobre sus orígenes?. Y conociéndolo: ¿Cómo puede cargar con la culpa de haber despojado a otros de su legítimo derecho?. ¿Qué ser humano puede hacer oídos sordos a las demandas de miles de familiares exigiendo una respuesta a tanto dolor? ¿Quién podría sostener tanto tiempo una mentira tan terrible?
Celina o Silvina (como más les guste), firma ella su carta, nunca va entender, como muchos de nosotros lo comprenderá jamás. Y alguien que hasta ahora vivía feliz, en su ignorancia, tendrá que sacudir las telarañas de un pasado siniestro y tenebroso, que su familia del corazón le ocultó. Deberá retroceder en el tiempo, hasta conocer la verdad sobre los culpables y los inocentes. Pero en esa enmarañada red de intrigas, violencia y sinrazón, la verdad seguirá oculta por los siglos de los siglos.
Y como ella lo expresa: “He vivido con una historia que, verdadera o no, es mi historia y no la voy a cambiar”. “Aunque las leyes exijan que me cambien el nombre, mi ser no va a cambiar”
Siento mucha tristeza por ella. La historia “no la podrá cambiar” y mientras tanto, se hará la misma pregunta que mil veces me hice, y en el devenir de los tiempos, su ser cambiará, ya nunca será la misma.