-No existen las coincidencias, solo lo inevitable –dijo y como vino se fue, con las manos atadas con rosas de espinas filosas, con los pies descalzos llenos de ampollas, con los labios secos, con la mirada lejana, así como vino, cansado de una vida que lo hiere y no le da la oportunidad de sonreír, así, casi muerto, casi vivo, péndulo oscilante entre estados malditos de absoluta y dramática agonía.
Así como vino, así, se fue.
El 22 aparece en mi vida con distintos rostros se ha escondido detrás de tal variedad de mascaras que muchas veces es hasta para mi un ser irreconocible
¿Cuanto lo he amado? No sabría decirlo. Se ha presentado esta noche como la muerte de un ser divino, pero ayer fue un payaso, un profeta, un alquimista, ayer fue un silencio lleno de miradas y un ser cósmico lleno de vidas utópicas.
Pero hoy muere, hoy se marcha a su cielo o a su infierno, tan vacío que no puedo llorarlo. Volcó sobre mí un millón de sueños perfectos que me han hecho recordar lo que soy y me han puesto en evidencia al mundo.
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