"APAREAMIENTO"

Fue una atraccion mutua e inmediata. Nos sentiamos como llamados por un poder superior a entregarnos el uno al otro.
Tal como debe ser en toda naturaleza, ejecutamos asombrosa y fluidamente cada paso del ballet de la seducción. Nos miramos, hablamos, caminamos tomados de la mano placidamente, con el convencimiento de que pronto nos rendiriamos al placer prometido. Tras contemplar el suave ocaso del dia, fuimos en busqueda del descubrimiento del misterio de la carne.
El sexo fue salvaje y tierno, nos revolvimos entre caricias y mordiscos, entre aullidos y susurros. El tiempo transcurrió y retornó para reinventar cada brusco movimiento, cada suave contacto desde una perspectiva nueva y mas placentera. Dejamos atras las sombras lentamente y celebramos el nacimiento del nuevo amanecer con un último y sublime orgasmo. Al final, ella cumplió con el paso final del rito, y en un movimiento lleno de ternura, como buena mantis religiosa, comenzó a devorar mi cabeza.

"EL ENVIADO"

Lo supe en cuanto vi el cadaver de mi perro gimiendo en la puerta de mi casa. A pesar del horror, lo supe. Pero no fuí capaz de aceptarlo. Los antiguos gatos de mi vecina intentaban subir al techo de su casa con maullidos que no eran de esta realidad, de lo cotidiano que ya sabía había dejado de ser tal.
No quise aceptar el apocalipsis, intente expulsar los restos llorosos de mi perro, pero este volvia con persistente determinación. Claro, era su misión. La certeza dió paso a la rabia y entre los gritos de horror que se tomaban el mundo, blandí un hacha y destrocé el cuerpo. Pero los despojos siguieron arrastrándose hacia mi casa dejando un rastro de sangre. Tenía que llevarme con el, y su sollozo de ultratumba me pedia que fuera un fin pacifico. No habia alternativa, todos en el mundo lo sabiamos, y al negarme y reaccionar con horror, había cometido mi último pecado. Finalmente, luego de unas horas que fueron eternas, abri la puerta y acaricié los restos pegajosos y sanguinolientos. Como los demás, me dejé llevar.