Con tus grandes alas blancas llegaste y sanaste mi pena, quitando mi angustia. Me cubriste con tus blancas alas protegiéndome de mis problemas. Pero un día te fuiste sin dejar rastro y mis alas perdieron sus plumas... Mátame... cúrame... rescátame... pero... no me envenenes... Cuando tu veneno causo efecto, no me digas que tienes un antídoto pues me dejaste muerto. Pero me cerraron las puertas del infierno pues mi espíritu aun no estaba muerto. Al volver yo ya no veía tus grandes alas blancas...
Texto agregado el 21-03-2007, y leído por 97 visitantes. (1 voto)