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MIEDO

MATÍAS RAÑA

“La más grande infelicidad es ser presa del temor cuando ya nada queda por esperar”
Seneca


- No grites que nos puede oír.- Dijo Natalia, mientras le dejaba un poco mas de espacio debajo de la cama a su hermano gemelo José.
- No me quiero morir Nati, tengo mucho miedo. Esa cosa ya se comió a mamá y a papá.
- Si, tenemos que encontrar la manera de salir de acá. No sé que puede llegar a hacer ese monstruo si nos encuentra.
- Mamá y papá... no puede ser... esto no puede estar pasando... – Se lamento José, como abstraído a las indicaciones de su hermana. Las lagrimas caían por su mejilla como si fueran dos pequeñas cataratas, y su voz se desdoblaba por la acumulación de mocos en la nariz.

Sus ojos estaban abiertos de par en par, pero no distinguía una sola forma. Su mente trataba de reconstruir una imagen del ser sobrenatural que había irrumpido en medio de la cena aquella noche. la puerta había estallado, bañando la sala con una lluvia de astillas. Y entonces entro. Medía mas de dos metros seguro, porque tuvo que agacharse para pasar por el umbral. Y tenía un hedor penetrante, como a zanja. Nicolás, el padre, había agarrado un cuchillo de la mesa y mandó a sus hijos y su esposa al segundo piso, pero en el trayecto los gemelos pudieron observar la ineficacia del arma blanca. Con un puñetazo, el monstruo había noqueado al jefe de familia, y unos segundos después tenía a Yamila, la madre, entre sus manos, mientras masticaba el cuerpo de Nicolás. Eso había sido hora y media atrás. Desde ese momento el ser sobrenatural había dejado de hacer ruido alguno, ni siquiera amagaba con subir escaleras arriba para terminar su cena con los chicos.

La cama había sido la primer opción como refugio simbólico, porque a sus corta edad habían descifrado que la muerte era inevitable y cercana a cualquier edad, y que el destino les tenía reservado el final de la historia.

- Vamos a tratar de acordarnos de cosas lindas que hayamos pasado con mamá y papá José. Por ahí se nos va un poco el susto.
- Ahora no se me viene nada a la cabeza nena... solo puedo ver a ese monstruo... comiéndose a... – Otra vez las lagrimas.
- No pienses en eso tonto, que es peor. Eran mamá y papá, lo sé, pero pensá... – No lo quería decir, la conclusión era tan obvia que daba miedo decirla.
- ¿Qué pasa Nati?
- Pensá, lo mas probable es que en un rato nosotros estemos con ellos también. A lo mejor no es tan malo... ¡Por ahí es como nos enseñaron en las clases de catequismo! Eso de que hay un Cielo a donde van los que mueren.
- ¿Y si eso no existe? Fuimos muy pocas clases como para saber algo. Papá no quiso que sigamos yendo, ¿Te acordas?
- Si, que se peleo con la maestra porque en la primer clase nos había asustado con eso del Infierno.
- Por ahí creer en Dios ahora sirva de algo, digo, intentar hablar con Él, como nos enseñaron.
- ¿Cómo era la oración?
- A ver... – Comenzó a hacer memoria mientras balbuceaba frases que iba descartando.- Padre nuestro... que vivís en el cielo, sea sagrado... no, santificado sea Tu nombre, Ven a nosotros con Tu reino, y hágase Tu voluntad, acá en la tierra y en el cielo... y no me acuerdo más...
- Amén.
- ¿Con eso bastará?
- Supongo que nos va a ayudar.
- Yo creo que están allá, en el Cielo. Y que es un lugar muy luminoso, como un departamento gigante, como el que vivíamos antes de mudarnos. ¿Te acordas? – Pregunto José, un poco mas animado.
- Si, que teníamos que dormir en un mismo cuarto. Era un lindo lugar.
- Y en ese lugar mamá nos espera sentada en su cama, y papá esta arreglando algún electrodoméstico. Siempre le gusto arreglar cosas.
- Es verdad, a mí me hizo un ascensor a pilas para mi casa de muñecas.
- Y a mi me arreglo como cinco veces la patineta, hasta que me compro la bicicleta.

Nuevamente los sonidos de pasos pesados, que sin duda se estaba acercando al cuarto. También se escuchaba el respirar torpe del monstruo, que buscaba los olores de los chicos. Unos segundos después la puerta y parte de la pared volaron, y el engendro apareció. De un manotazo aparto la cama, descubriendo a los hermanos, que estaban abrazados, pero no parecían muy alterados. José se paro y “enfrento” al monstruo, al que le llegaba a la altura de la rodilla. Pudo observar las manos gigantes, que tenían uñas como cuchillos manchadas de sangre y pedazos de piel humana. el olor era insoportable. Con un movimiento rápido clavó en el estomago del chico una de sus uñas, dejando escapar varios chorros de sangre y un sollozo de dolor. Unos segundos después todo había terminado.
Natalia esperaba atónita el momento de su muerte. Veía como el monstruo masticaba la cabeza de su hermano, y sonreía. Tenía la esperanza de reunirse con su familia en ese lugar maravilloso que había descrito José. También entendió la naturaleza del monstruo. “Su presencia aquella noche no era casual.” Pensó Nati. “El bicho este apareció en nuestra casa porque es una...”

Terminada la comida, el monstruo desapareció del lugar haciéndose humo, sin dejar rastro alguno de su existencia.

Texto agregado el 24-02-2004, y leído por 175 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-02-2004 Buen cuento, pero me has dejado con la duda porque es una ¿qué? yoria
 
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