Con tu puedo...Cap 22
Una escuela para los niños
A las siete de la tarde la cantina está llena, todo el mundo comenta el revuelo de la guardia. A quien encuentran preguntan si han visto al Jefe Ramiro. No ha sido visto, algunos aseguran haberlo observado mirando el ensayo del teatro, otros dando vueltas por la estación, en total, le vieron en tantas partes, pero, nadie lo asegura con certeza.
Fernando Gómez, ha enviado por el Teniente a cargo de los militares. El Oficial contesta diciendo que por la mañana pasó a buscar su carabina ya que iba a cazar palomas y a eso cerca de las ocho, vieron que marchó hacia el oriente.
El caballo llegó sólo, cojo y sin arma, llegó a eso de las cinco de la tarde – dice Fernando al teniente
Llama a un guardia y le dice que busquen desde el puesto militar hacia la Cordillera de Los Andes y que lo hagan hasta el anochecer, que si el caballo está herido a lo mejor está botado en la pampa accidentado.
Le dijo al teniente que iba a cazar palomas, imbécil. Nunca me ha dicho lo que hace, tampoco quienes son los sapos que utiliza, ya me está cansando, cuando más me hace falta se pierde sin decir. Mañana tengo esa conversación con el Alamiro, no sé lo que quiere. Luego se ha de casar mi hija, si este huevón no aparece luego, en cuanto haya el casorio lo mando cagando para el sur.
El caballo estaba sin la carabina, ojalá no se la hayan quitado, ¿y si se la quitaron, quienes fueron? Esto no me gusta nada. En el teatro estaba toda la Oficina, nadie faltó a la función.
Esperaré hasta que oscurezca y mañana por la mañana haré otra batida para revisar toda la pampa, hay que encontrar la carabina.
En la cantina todos preguntan a la Julita y a la Etelvina – jefa de la cantina - si lo han visto, si saben algo. Nadie sabe nada, nadie vio nada.
Atanasio está aterrado, sabe que el jefe desapareció. Siente que su vida no vale nada, que le hicieron una jugarreta y que el guardia cayó en ella. No le puede decir a nadie. El tren del sur pasará en un par de días, esperará se calme algo y se irá lo más lejos. Se siente traicionado por el Ramiro, y también sabe que los trabajadores saben de sus traiciones. No debí meterme con el Ramiro, me ha traído sólo problemas y ahora se me puede ir la vida. Por suerte nunca hablé nada del Facundo y sus amigos, que si no, pagaría por la muerte de ellos, Alamiro era mi amigo, él me cree su amigo, si supiera lo traicioné tantos meses. ¡No! Me voy, mañana me liquido y me voy.
María, está temerosa, no se atreve a preguntar nada a su marido, tampoco nada le contará José Manuel, Juvencio no ha de saber nada y menos aún Alamiro, la Julita a lo mejor me dice algo, mañana iré.
Llega la noche, si las luminarias de las calles iluminan poco, ahora alumbran menos. Con la oscuridad todo el mundo se entra a sus casas. Se oye el galopar de caballos, la guardia no descansa, han organizado turnos para recorrer la pampa de noche, no se atreverán a ir muy adentro, pero, al amanecer saldrán en todas direcciones.
El che Luciano, cabalgó el caballo toda la mañana del domingo, lo llevó a mil lugares, le exigió al máximo, anduvo por tierras duras y otras blandas, en algunas hizo caminar a la bestia sin jinete, pasado las tres de la tarde del domingo lo dejó abandonado. Luciano caminó un par de horas en la pampa, entró al campamento sin ser visto. A las siete también estaba en la cantina con varios coterráneos, con algunos, organizaró una partida de truco.
Como la Administración sabe que su jefe de guardia era odiado por la mayoría, intuye que nadie le dará razón, así que debe basarse en sus propias fuerzas, al día siguiente las noticias han de ser más contradictorias, Ramiro será visto en mil lugares diferentes.
A las siete de la tarde de ese lunes, Alamiro está parado en la puerta de la oficina del administrador, lo hacen pasar de inmediato, Fernando Gómez le pregunta si sabe algo de Ramiro.
—Don Fernando, ya sabe que ese señor no es mucho de mi agrado y que tuvimos un encuentro desagradable hace un mes. Además ayer toda la mañana estuve preocupado del ensayo.
—Me dijeron que salió muy bien eso.
—Sí, Don Fernando, ya mañana y lo que resta del tiempo lo dedicaremos a mejorar la obra.
—Bueno, Eloy me dijo que querías hablar de algo importante.
—Si, pero parece no es el mejor momento.
—Bueno, ya se encontrará a Ramiro. ¡Cuéntame!
—Don Fernando, es medio complicado, pero se lo diré de la mejor manera. Mire, cuando murió el niño Manuel, a mí me impactó, yo soy minero, he trabajado en las minas desde los diez años, sé usar el explosivo sin problema, mi taita me enseñó con palabras y a patadas por el culo, he visto morir a varios compañeros de trabajo por mal uso de esos materiales. La muerte del niño fue muy mala, me dejó mal.
Yo pienso que a esa edad muchos de ellos deberían estar estudiando, aprendiendo a leer para que no le ocurran esos y otros accidentes. Digo que si hubiesen grandes carteles diciendo lo que no hay que hacer, a lo mejor servirían, pero para que los lean, deben saber hacerlo.
Mire, sé que en otras Oficinas hay escuelitas, y lo que quiero pedir es que se construya una. A usted no le va a significar gran pérdida, los maestros son del estado, cuando más algún lugar físico en donde funcione, además que los más grandes seguirán trabajando ya que es dinero que hace falta a cada familia.
—Alamiro, para un poco. Yo pensé que venías a algo más importante, no me interesa para nada el tema de escuela, ello, algún día me traerá más problemas y no quiero tenerlos. Hoy lo que me importa es el casamiento de mi hija y que aparezca ese Ramiro. ¿Seguro que no sabes nada de él?
—No sé nada de ese señor, no me interesa saber nada de él, existe porque usted lo tiene acá, nada más.
Entiendo que no le interese lo de la escuela, a lo mejor está en su cabeza que es mejor gente analfabeta, para mi no señor, esa es la diferencia. A lo mejor usted me echa de la Oficina y también lo entenderé, pero, para mí los niños siguen siendo de importancia grande.
Entonces si no se puede con usted, yo seguiré pidiendo escuela, Escribiré al Intendente de la provincia solicitándola, a lo mejor encuentro quien me oiga, señor.
—Eres un hombre terco, ¿quién te dirige?
—Usted, señor Gómez, piensa que si alguien pide algo para mejorar la vida de los que quiere es mandado por alguien, yo trabajo para usted porque usted me paga, no porque me mande. Aún cuando lo que me paga es poco, no me alcanza para vivir, aún así trabajo para usted y no soy mal trabajador y eso usted lo sabe. Nadie me manda, nadie me dirige, se lo he dicho antes y se lo digo ahora. En todo caso señor, a lo que venía era a pedir escuela para los niños. Si no hay voluntad, creo que no hay más que decir. Le pido permiso para retirarme y agradezco que al menos me haya recibido.
—¿De verdad vas a escribir a la Intendencia?.
—Y si no hay respuesta, escribiré al Ministro de Educación.
—Soberbio.
—No señor, sólo persona.
—Bien Alamiro, antes una pregunta.
—¿Diga señor?
—Si se coloca explosivo en la mitad de la plaza ¿puede haber daño a las casas vecinas?
—Eso ha de saberlo los ingenieros que usted tiene, Yo sé trabajar, si usted usa pequeñas cantidades puede trabajar allí.
—Pasado mañana tu trabajo será en la plaza, yo le diré a Eloy. En una semana debe estar terminada la fosa y rellenada con la tierra. Mañana llegará otro tren cargado. Con cinco metros de profundidad creo que habrá plaza, agua hay debajo de la pampa. Serás el jefe de la cuadrilla, pondré a uno de los capataces para que vigilen a ratos, pero, fue tu idea, si no sale, tú responderás.
—Bien señor, usted ordena, yo haré lo que me mande. Con buenos trabajadores, la fosa estará hecha y tapada en una semana.
—Váyase Alamiro. Si sabe u oye algo acerca de Ramiro avíseme por favor.
— Gracias señor. Aun cuando no es importante para mí, le avisaré. Hasta otra oportunidad.
¡Hijo de la gran puta! Escuela para los mocosos quiere, Escuela lo que menos deseo. Que va a escribir a la Intendencia y sino al Ministerio de Educación, ¡maldita sea!
No es tonto este Alamiro. ¿Y si lo echo de una buena vez? ¿Y la huelga que vendría? Debo pensar el actuar a futuro inmediato y lejano.
Lo que sí me viene quedando claro, es que este no es pájaro que esté en algún corral. A este no lo manda ni su padre, es más peligroso que los cinco anarcos que se fueron.
Este maricón del Ramiro no aparece, va un día y medio. Es hombre que conoce el desierto, si está vivo, ha de estar herido. La bestia traía hasta la caramayola con toda el agua, así que está sin agua. Cuando mucho llega a mañana vivo. Mañana hay que hacer otra batida, buscar entre los mineros más cercanos a mí, para que lo rastreen. Nunca me dio el nombre de sus soplones.
En un par de años me impondrán una escuela, ¿cuánto gano y cuánto pierdo con la escuela? El maestro será pagado por el estado, si pienso en el futuro sé que estoy perdido en eso, el avance traerá educación. ¿Qué hacer?
Y me habló sin miedo, hasta se atrevió a decir que ganaba poco. Hay evidencias que vendrán nuevos aires acá y debo estar preparado. En la plaza lo tendré más a la mano, aún cuando sea por un par de semanas. Lo llamaré más seguido para que me dé parte de cómo va el trabajo, no me interesa mucho que me lo diga, pero servirá para medirlo mejor.
Plaza, escuela, salario. ¿Qué más me depara este futuro?
Curiche
Marzo 20, 2007
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