La sensación de angustia y desamparo que Flavia sentía hacía unos segundos antes habían desaparecido con esa agradable sensación de estar volando placidamente. Aunque ella sabía que no se trataba precisamente de un vuelo. El aire le daba con fuerza en la cara y su pelo suelto parecía querer escapar de ella para volver al lugar adonde estaba unos instantes antes. Pero ella sentía como una tierna caricia en su rostro. Esas caricias que tanto extrañaba y que desde hace tanto tiempo no recibía. Últimamente estaba siendo muy maltratada afectivamente, el hombre que ella amaba, ya no le prestaba atención, la ignoraba y la desvalorizaba permanentemente, no la quería mas y se lo había hecho saber de muchas maneras. Pero ella no lo entendía y se negaba a aceptarlo. Las drogas, el alcohol y las salidas nocturnas no habían hecho mas que agravar su estado de ánimo. La vida ya no tenía sentido para Flavia. Un instante de lucidez la volvió a la realidad y recordó que no había podido despedirse de sus dos pequeños, ni siquiera los había besado antes de salir al balcón, ni siquiera les había dicho cuanto los amaba. La depresión profunda por la que atravesaba hizo que no pensara en ellos en aquel momento. Trató entonces de volver atrás, sus brazos comenzaron a agitarse como si quisiera aferrarse del mismo aire, enseguida supo que su intento sería imposible de realizar, ya no podía volver atrás. Puso sus dos manos sobre sus labios, las besó y luego las extendió hacia arriba, creyó que era ese el único modo que tenía de besar a sus niños antes de que todo terminara. Una lágrima empezaba a salir de uno de sus ojos en el mismo momento que aquel breve viaje terminó. Su cabeza en el suelo sonó como una frágil cáscara de nuez, la lágrima siguió su recorrido y se confundió con la sangre que en abundancia había comenzado a salir. Sus ojos quedaron abiertos como mirando al cielo, el mismo que alguna vez contemplo enamorada en los brazos de él.