Todo quedó como aquel día, la cama desatendida, las flores alrededor de la almohada, los pétalos regados por toda la habitación, la ropa extendida por el pasillo que llevaba de la entrada a la recamara, el silencio de un cigarro exhausto por el olvido, las copas vacías y la botella a punto de tocar fondo.
Todo quedo igual que ese día, los silencios, los suspiros, los gemidos guardados en el comodín del recuerdo.
Ya nada fue igual, ya nada era como antes, el había cambiado, ya no sentía la misma pasión, ahora todo le era indiferente en especial desde que ella desapareció, ya no era el mismo, eran solo el y la locura.
Le costaba tanto recordar que fue lo que paso, que fue de su amor, que se sentía tener un cuerpo rozando el suyo.
Los cigarros se volvieron la cobija de su alma y el alcohol el consejero de su vida, no podía siquiera conseguir despejar la mente, recordar, se la pasaba sentado en silencio y no comprendía la soledad que había encontrado.
Todo seguía como aquel día a su alrededor, incluso ella, su aroma aún lo guardaban las sábanas, él las acariciaba con tanta ilusión de encontrarla que en el momento que recupero la conciencia, recordó que ella había muerto.
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