Cae y la tercera vez que se levanta mira al cielo pidiendo misericordia de su inevitable.
Rompe sus rodillas contra el suelo, pero sigue caminando, a paso lento, porque le pesa mucho la cruz que lleva en su espalda hace más de mil años.
Sus pies inundados por las lágrimas de los fugitivos y por la sangre que sale de sus llagas aun abiertas, pisan con firmeza el suelo lleno de los niños que jamás nacieron al mundo de los vivos, porque el miedo los hizo salir muertos del vientre de sus madres.
Una procesión lo sigue lamentándolo, seiscientos esqueletos vestidos con largas túnicas negras que parecen convertirse en sombras, sesenta mujeres con ojos rojos e hinchados, tres niños armados con espadas y tres niñas con vestidos rojos
Las mujeres que lloran arrastran sus pies descalzos pensando en el futuro, mientras las niñas que tiran flores en el camino quieren ir a jugar y los niños que caminan en silencio se preparan para la guerra apretando con fuerza sus manos envueltas de gasa
Elegido