EL MILAGRO DE UNA TORTA, UN LUIS Y UNA MARÍA
Por: Juan más de mil preguntas.
Luis; clase de 10 a.m en la U, desayunar cerca de la casa de Juancho que vive sólo en una residencia para estudiantes de otros lados, pero al fin y al cabo estudiantes.
Minutos antes Juancho dice a Luis:- Vos sabes que aquí, Doña Merce, solo me da desayuno a mí, si tenes hambre anda a la panadería de Don Hector que es barata.
- ¿Me acompañas? Pregunta Luis.
- Nada, yo me quedo estudiando. Responde Juancho.
1 Croissant, 3 pandequesos, 1 buñuelo, 1 jugo de mora.
Y ahora que hago con la torta, piensa, piensa Luis, maldito vicio mío el de la torta.
Es que Luis no perdona la torta y eso si que lo sabían bien sus familiares. Desde que era pequeño a Luis siempre le guardaban la rebanada de torta para repetir, así la torta fuera chica, por una falla en los cálculos del número de invitados, y si que fallaban cuando Luis iba a las fiestas de la familia.
A Luis no le queda espacio en su atiborrado estomago para la torta. Si fuera una fiesta no la perdonaba, comenta Luis para si, y piensa en Juan Pepo, como se autoproclama, Juan Pedro, su pequeño primito de seis años que ya le sigue los pasos, en la pasada fiesta de la tía Ana se comió tres tortas de una tacada. Pequeño devorador de años…la próxima no me gana…murmulla Luis con rabia.
Pedro; Pedro lleva tres días sin bañarse, pero no quiere ir a la Iglesia donde le dan pan, comida y además baño, todo en uno sin incluir la salvación de su alma.
Pedro no esta para sermones, la última vez que fue a la Iglesia fue recibido por uno de los novatos, los novatos no son como los que ya llevan tiempo en el voluntariado, que ya se han acostumbrado a no ser escuchados y por eso no intentan dar monótonos sermones, y se conforman con cumplir con su deber como buenos feligreses, al ser movidos por la compasión y no por la molestia que les genera el prestar ayuda a ese montón de pordioseros malagradecido. Es que, piensan en su lógica altruista: ¿para que ser reconocidos en la tierra si ya tienen los favores ganados en el cielo?. El que todo lo ve, sabe de su labor entre ese montón de infieles. Con eso basta a los voluntarios veteranos mientras continúan con las agobiantes tareas del día a día.
Pedro, rebelde sin causa, más de una cana abra sacado a los religiosos durante su vida. A Pedro lo único que le gusto del estudio de la Biblia en el colegio fue el Éxodo, ese pueblo que huyo al desierto cansado de la esclavitud y los maltratos según la versión oficial; un pueblo sediento de aventuras, un pueblo sediento de desierto, según la versión oficial de Pedro.
Es que uno tiene que ser muy arriesgado para llevarse toda una nación para el desierto, a Pedro ya bien le bastaba con su vieja mochila para tener que cargar con todo un pueblo a sus espaldas. Es que Pedro no entendía a Moisés, cuando Pedro se dio cuenta que el barrio donde creció era más grande que el parque que esas dos, tres cuadras(de la tienda de don Pacho al semáforo), es que cuando Pedro se dio cuenta de que sus pies comenzaban a arder por la excitación de caminar unas cuadras más, siempre unas cuadras más; es que cuando decidió irse por fin de su casa porque ya no se consideraba un ciudadano de su ciudad sino del mundo; es que cuando Pedro se dio cuanta de todo eso no llamo al abuelo, ni al tío Santiago, ni siquiera reunió a su familia para decirles: empaquen que nos vamos para no se donde; pero en cambio el loco de moisés si llamo fue a todo el mundo, definitivamente Pedro no entendía a Moisés. Pedro estaba de acuerdo con él en que todos debemos buscar nuestra tierra prometida, pero mucho loco! Irse a buscarla con la prima y toda la gente que conocía.
Lo de Pedro fue diferente, él no le aviso a nadie, ni siquiera a su novia y amigos; primero un fin de semana, luego una semana, todas las vacaciones, después un semestre, un año, cada vez sus excursiones eran mas largas.
- ¿Y Pedro?
- Ve, no lo veo desde hace rato.
- ¿Vos no eras novia de Pedro?
- No me hables de él, el muy imbecíl se metió en una secta y se fue a vivir a una montaña (bueno, eso le dijo a todos Pedro a través de la chismosa de su exnovia, para que nadie lo buscara).
Todos sus examigos construían sus propias versiones pero el único que sabia lo que había pasado en realidad era Pedro. Solo él se acuerda del día en que se levanto muy temprano por la mañana, cogió su mochila en ese tiempo nueva, empaco unas cuantas cosas, atraco la nevera con suma cautela para no ir a despertar a sus padres, y abrió la puerta de su casa con ese ardor que siempre sentía en los pies antes de emprender un viaje y decidió salir con una meta clara: alcanzar el horizonte que desde hace días se le ocultaba.
Pedro era feliz en las montañas, se bañaba en las quebradas y los lagos, dormía debajo de los árboles frondosos, se refugiaba de la lluvia y compartía historias en las casas de los campesinos, le daba comida a los pájaros, entraba con suma curiosidad y reverencia a todos los templos de las religiones de los lugares que visitaba y escribía hasta que ya no soportaba el peso de las hojas en la mochila, por lo cual comenzó un extraño y peculiar ritual que era guardar sus escritos en lugares inusitados de los templos que visitaba y ofrendar así sus historias a los múltiples dioses que se había encontrado en sus caminos, tantos que había llegado a confundirlos y ya todos le parecían uno, uno sí pero con un largo e interminable nombre…y Pedro caminaba sobre todo caminaba bajo las interminables noches de luna y los días de sol, con su mochila siempre liviana por el peso aligerado de las hojas olvidadas.
Pedro cuando viajaba se sentía que era parte de nada y a la vez de todo. De nada porque no tenia lazos, nadie a quien llamar nadie a quien rendirle cuentas de sus actos excepto a sus compañeros de viaje(como cariñosamente llamaba a sus amigos), nadie a quien explicarle lo que no se podía explicar, lo que solo el podía entender después de un largo día (largo porque había sido respirado, sentido paso a paso) al quitarse sus gastadas botas de montaña y sumergir sus pies en el agua, bien sea de un arroyo, una laguna, un lago, una cascada, un río, un mar, un océano, un todo y en el ultimo de los casos, en la nada de un baño de una habitación pequeña en una populosa y maloliente ciudad.
Como odiaba Pedro cuando se le acababa el dinero y le tocaba irse a trabajar a las ciudades, como odiaba Pedro el aglutinamiento. Bien sean grandes o chicas las ciudades siempre están atiborradas de gente, respirar es casi un privilegio, el aire es una ramera coqueta y a la vez esquiva en la ciudad. Pedro era sinónimo de lavar en la ciudad, Pedro lavaba: platos, ollas, pisos, vasos, cubiertos, ventanas, baños, camisas, camisetas, medias, ropa intima, ropa de trabajo, ropa deportiva, zapatos, tenis, botas, paredes, carros, motos, alguna que otra vez llego a lavar aviones y enfermos en los hospitales, todo absolutamente todo se lavaba en la ciudad; algunas veces Pedro se preguntaba si la gente en las ciudades pensaba que no era necesaria la lluvia sabiendo que se tenían las mangueras. Para Pedro cada gota de luvvia que caía sobre su cuerpo tenia una historia que contar.
A Pedro no le disgustaba lavar, sobretodo si se tenia en cuenta que él no estaba obsesionado con los gérmenes como la gente de la ciudad, a Pedro lo que en verdad le gustaba era dedicar su tiempo, el único que tenia(el único regalo que le habían concedido los dioses) a cuidar ancianos, no a alimentar las paranoias de limpieza de la gente que se extrañaba al verlo volver, después de largos años, a limpiar lo que necesitaran limpiar. Este no murió de lepra ni de una infección bacterial pensaban estas gentes mientras agradecían al cielo por tener personas siempre dispuestas a sacrificar su propia vida por salvar la pulcritud de los demás.
A Pedro le gustaban los ancianos porque sabia que ellos al igual que él no tenían nada que perder, Pedro pensaba que era una insensatez retener en esos pequeñas ratoneras que llaman apartamentos a un hombre que ya no tiene nada que perder y todo por ganar. Pedro sólo se dedicaba a acompañar a los ancianos a los lugares en donde un hombre sin nada que perder y todo que ganar quisiera estar, lugares que por lo general eran pequeños parques en donde habitara el silencio de la naturaleza para poder sentarse a charlar.
Con el pasar de los años, la asfixiante ciudad fue asfixiando a Pedro; la propiedad privada, las construcciones de vías, paradójicamente para unir una ciudad a otra, las empresas que ya no querían contaminar más la ciudad y se desplazaban a esos espacios entre una ciudad y otra, pues sí, para ellos el campo era solo eso, un espacio entre una ciudad y otra; claro esta espacio muy amplio para edificar; y toda la violencia y desplazamientos forzados de los campesinos como consecuencia de la obstinación de un hombre que ni siquiera a sido capaz de construir una casa con sus propias manos por apoderarse de una tierra labrada con esmero por manos de hombres fuertes, manos con raíces que ni el tiempo ni el cemento de la ciudad han podido, después de tantos años de opresión y muerte, enterrar; todos estos acontecimientos lograron convertir a Pedro con los pasos en la piedra inerte de la cual se elevan monticulos elevados de la cual se vanaglorian los hombres contemporáneos, en un citadino, una sombra más de la ciudad. Y cierto día Pedro se dio cuenta con desesperación de que sus botas ya no estaban desgatadas por los caminos rocosos sino por el seco y duro pavimento de una que otra gran ciudad, y desde ese día decidió volver sobre sus pasos y caer en cuenta de que el camino que conducía al horizonte era el mismo que conducía hacia su hogar. En donde siete cuadras más allá, había nacido un Luis el mismo día en que a Pedro le dio por pensar que podía alcanzar el horizonte si se ponia en marcha y no volvia a mirar atras.
Pedro busco a su familia con desesperación y los encontró, pero no pudo soportar el impacto de verlos tan desgatados física y espiritualmente por querer darse una vida de lujo en un país subdesarrollado que decidió congelarlos en el tiempo y recordarlos tal y como cuando se había ido, y así de paso evitarles la vergüenza de tener un hijo fugitivo de los valores que con tanto cariño y sacrificios se le habían inculcado. Cuando los encontró Pedro, sus padres ya eran viejos pero no tenían la paz profunda que acompaña a los hombres que ya no tienen nada sino todo que perder, su proceso de refinamiento les había costado años y no querían que la inoportuna y casi maleducada muerte se los fuera a arrebatar.
Y así como cuando llegaba a un país desconocido Pedro se quedo vagando durante meses, limpiando de aquí para allá, esperando como siempre una señal que le indicara cual era el destino siguiente que debía de tomar. Esas pequeñas señales que guiaban a Pedro como tomar el tren equivocado en la estación equivocada pero es que en la vida de Pedro como saber cuál era el tren adecuado?
Y Pedro se fue asfixiando y asfixiando en esa ciudad, se fue asfixiando de calle, de buses, de gente que siempre va a llegar tarde, de andar de prisa, de no andar; Pedro se fue asfixiando de esquina, de humo, de consumir lo que no necesitaba, de consumir lo que con gusto hubiera desechado si aun tuviera su aire y su libertad. Pedro se fue asfixiando de agua con olor a caño, de comida barata, de no tener hotel para dormir porque la gente no tenia dinero, porque el dinero es como el aire en la ciudad, entre más tiempo se viva más se lo ha uno de gastar.
Y a Pedro se le fue llenando el alma de humo y se le contamino el corazón, y comenzo a respirar desesperanza y la desesperanza lo llevo al cáncer de la indiferencia de vivir el día a día. Y En medio de la desesperación intento vender historias de tierras lejanas, de aventuras de un hombre que alguna vez fue nómada más no vagabundo, que alguna vez fue príncipe y señor de su caminar, y así fue muriendo Pedro con cada historia no escuchada, con cada paso apagado en el eco del asfalto, con cada noche de hambruna, de miedo seco y frío solitario, fue muriendo Pedro, en cualquier parque de árboles frondosos en la ciudad.
Pero ese día del 17 de Agosto, Pedro muerto pero de la excitación, decidió mejor dormir mientras esperaba entre sueños, el día de su cumpleaños número 40, por fin, su señal.
Luis con su torta en la mano va para casa de su amigo, 8: 45 am todavía tiene tiempo para estudiar, pasa por el parque donde no es recomendado pasar de noche, sobretodo a las niñas linda que deciden escaparse con el novio y dejar la sala de visitas de la casa sin que los padres se den cuenta, pensando que su hija es tan decente que la pueden dejar sola con el novio y sin que nada vaya a pasar.
Es que con tanto vagabundo ya ni sabe por donde se puede andar, pensaba Luis mientras divisaba a lo lejos un hombre durmiendo sobre una mochila mugrienta pero, de una marca que pudo reconocer a los lejos, debajo de un árbol frondoso yacia Pedro sonriendo con los ojos cerrados, soñando quizas con uno de sus tantos caminos, con la nueva vida que lo esperaba en un lejano pueblito que se le robo el alma y los pasos hace tanto tiempo atras.
Luis medita en ese momento acerca de que en el fondo no debe pensar mal de los vagabundos, total sólo ellos saben las circunstancias que los llevaron a esa calamidad. De pronto tiene una idea, coloca la torta justo el frente de la cara del mendigo. Luis sonríe por el susto que se irá a llevar; levanta el pecho y se siente orgulloso por vencer su temor natural a los desconocidos, se aleja mientras piensa y suspira por Maria, la niña más linda de primer semestre de su universidad.
Maria se levanta con su piyamita más sexy, sale al balcón, dos, tres bostezos saluda a los pájaros que cantan alegres en el parque al lado de su casa y se pone a rezar una oración extraña que le enseño, una empleada de servicio indígena cuando era una señorita, para atraer a los hombres sin tener que esforzarse ni realizar complicados y dolorosos tratamientos de belleza como los de su mamá. Extraño ritual para una niña linda de su ciudad, tan de su ciudad como Maria, que considera que es de malos modales exhibirse en un balcón con ese tipo de piyamita sobretodo si es en casa de los padres y no en el bar de moda de la calle más concurrida del barrio exclusivo de su ciudad.
Pero un momento, ese no es como es que se llama, Luis, Maria se frota los ojos, el Luis que me mira con cara de idiota en la universidad. Y que esta haciéndole dándole comida a un pordiosero, el muy ridículo, apuesto a que es de esos que se cree el salvador del mundo, lo veré predicando en un país de negros donde no le entienden nada de lo que dice, creyéndose el santo por desperdiciar su vida ayudando a unos ingratos que ni con oraciones le van a pagar. Pero que ridiculez Maria vos pensando en ese perdedor, allá él, pero a mi que no me mire con esa cara de idiota, que no me lo aguanto un día más!!
Maria sonríe mientras retoma la oración que por un minuto casi olvida y sin la cual ni siquiera los idiota como Luis la pueden idolatrar.
Pedro se levanta, ve la torta, sonríe, por fin su señal, una torta de cumpleaños, que gran milagro. Gracias Jesúsbrahmabudakrishnazoroastroalá, gracias de verdad. Ahora debo pedir algún dinero a mis padres, pero antes debo ir la Iglesia que me me da pena como pena ir donde ellos sin bañar.
Pedro recuerda ese pueblo perdido en sus pasos que alguna vez pensó como un buen lugar para establecerse, un buen lugar para empezar a soñar. Quizás montar un pequeño pero confortable hotel, un lugar donde recomponer los pasos en compañía de los jóvenes turistas que con los pies encendidos irán de todos los lugares de la tierra a escuchar las historias que Pedro tiene para contar; hacer un jardín con pequeños bosques como aquellos que vio en oriente, conseguir una compañera con quien compartir los últimos días, hijos, prolongar su propio espíritu, nietos, llamadas telefónicas, tener siempre un lugar caliente donde dormir, un pequeño altar para Jesúsbrahmabudakrishnazoroastroalá, y ante todo no volver a perseguir el horizonte, dejarlo que se acerque con suavidad hasta que con una brisa fría le indique que ya esta tan cerca que es mejor entregarse a él, que ya es imposible escapar.
Un novato, piensa Pedro, sólo por está vez, solo por está vez Jesúsbrahmabudakrishnazoroastroalá lo voy a escuchar.
El jóven novato se reafirma en su fé, y piensa que es un milagro que después de dos meses de no ser escuchado, venga un pordiosero como Pedro, con esa sonrisa de oreja a oreja.. tan raro… y que por fin se cumpla la sentencia con la que el joven misionero recibe a cada alma desviada: “ No me escuches a mi escucha al que por mi boca ha de hablar”.
El joven más que agradecido con Pedro le da un billete de diez mil y una muda de ropa, Pedro esta presentable para ir donde su padre y pedirle el último favor de su vida. El padre de Pedro considera un milagro el hecho de que su hijo por fin halla decidido sentar cabeza y les retribuya la crianza dada con tanto esmero cuidándolos(sinónimo de servidumbre, para el padre de Pedro) hasta sus últimos días, cumpliendo con su deber com hijo y alejandose de los caminos de la vagabunderia que solo llevan al mal.
El joven novato se reafirma en su fé después del milagro de ser escuchado por un vagabundo, ya su boca no se apagara jamás. Discute con los de su fé por la cuestión de los diezmos, pone en funcionamiento su única frase celebre: “para grandes diezmos grandes donaciones” y que lo llevaría a la fama entre su pequeña comunidad de fieles a punto de caer en banca rota. Funda una Iglesia con un nombre más largo que el del dios de Pedro.
Pedro con sutileza y con la sabiduría de caminar tantos años convence al padre de irse para el pequeño pueblito que tanto a tenido en mente los últimos días. El padre más en busca de paz de sosiego que la madre, después de una vida dedicada a la productividad y la eficiencia laboral; invierte todo el dinero de su pensión en el hotel-paraiso de los sueños de su hijo Pedro. Pedro y sus padres, sin pena ni gloria se instalan en el hotelito, Pedro no exageraba en verdad un paraíso, un pequeño pedacito de cielo de mil colores, en donde poco a poco Don Rafael y Doña Carmen aprenden a escuchar la naturaleza y a descubrir que pueden perderlo todo en el silencio si quieren ganar la eternidad de una hoja al viento y de una brisa que se dirige al horizonte y que los llama a seguirlo sin prisa con la calma que solo los viejos adquieren despues de mucho caminar.
Visita familiar, Pedro se enamora, prima segunda. ¡Pedro sedentario! Se apagan sus pies y se enciende su corazón en un abrazo de su amada; su memoria, leña para la fogata siempre encendida de sus días de vagabundo-aventurero.
Dejemos a Pedro en paz, en su bien merecida paz y volvamos a Luis, Luis retrasado para su clase, va tarde, sudoroso, corre, llega al salón, abren la puerta, profesora malencarada; Maria en primera fila mira a Pedro, sonríe con verdadera gracia, dientes perfectos, Luis no lo puede creer es un milagro, es un milagro, quizas eso de darle comida a los mendigos en verdad si haga ganar puntos, Maria sonrio, Maria sonrio, se lo repite unay mil veces mientras espera que termine la monotona clase de 10 de la mañana.
Luis sabe que esa es sus señal, la señal que durante tanto tiempo había esperado para presentársele a Maria.
Salen de clase, Luis está nervioso, su mano tiembla, toca a Maria por la espalda, Maria se voltea. Luis la mira, va a hablar. Maria sonríe esta vez con más gracia, darle una torta a un vagabundo…si que es infalible esto del rezo de la indígena, que cara de idiota tenes Luis, ojala te pudieras ver…
- Ni sueñe que voy a salir con usted, salvador de los pobres, sonríe esta vez con más gracia. Casi carcajada, muestra sus dientes perfectos.
- ¿Qué le pasa? coja oficio, ridículo. Marca el asentó en el ridículo y se apaga su voz, bueno así le pareció a Luis, pues desde ese día murió Maria para el corazón de Luis, murió para siempre.
Luis como por arte de magia inventa un mundo en donde no es un milagro que las Marías no sean infalibles, gracias a las oraciones reservadas para los valientes guerreros robadas a las indígenas por las niñas bonitas blancas. Un mundo en donde no es un milagro que una Maria salga con un Luis para inventar un plan para vencer a un Juan Pepo. Un mundo en donde un Luis puede convertirse en aventurero para buscar un antiguo conjuro, oculto bajo las abundantes canas de un viejo sabio que tiene un hotelito en un pequeño pueblo; conjuro con el cual se puede convertir en princesa a la más grande de las engreídas y como si fuera en un cuento de hadas con el más legendario y merecido esfuerzo. Un mundo en donde habitan héroes con alma de niño; y en donde pequeños devoradores de años, como Juan Pepo, se convierten en verdaderos desafíos para un Luis que se aleja, cabizbajo, hacia un horizonte que quizas nunca pueda alcanzar.
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