CARTA DESDE LA ESQUIZOFRENIA.
a Elena Martos.

Desde la cama te escribo,
mi más profundo amor,
con el más tierno deseo,
mi tan querida flor,
que llegue pronto mi carta
donde siempre tuve el sol.
Que sientas mi voz al verla
y también todo mi amor.

Diez años llevo encerrado
entre brumas de algodón,
en estas temibles mazmorras
en que me acomodo sin razón.
Diez interminables años
esperando con dolor,
vagabundeando en la desdicha
y bailando con la desesperación.
Diez años codiciando el día
en que tu desnuda mano
acaricie mi frente fría
y me devuelva
junto a vos.

Fue hace diez años,
o eso recuerdo yo,
recuerdo una pequeña oficina
y un cómodo sillón.
Recuerdo que en la calle llovía
y no sonreía el doctor.
Recuerdo que sus palabras brotaron
y entonces, el cielo tronó.

La enfermedad era triste,
y tu rostro compungido
una horrible maldición.
La esquizofrenia era sólo
la prueba que nos da la vida,
y que nuestro amor rompió.
Diez años llevo encerrado,
en esta mazmorra cruel,
en que hasta, a veces,
se me olvida
que te conocí una vez.
Enfermedad dichosa
que me volviste cruel;
Enfermedad maldita,
porque no me dejas, ver.





Píldoras rojas, verdes y amarillas
con botes de etiqueta fiel,
son mi triste compañía,
en la enrejada habitación,
con quienes comparto vida
y también desesperación.

Unos versos aún resuenan,
dentro de mi corazón,
unas palabras breves,
unas palabras de amor.

Nuestro amor,
dijo el poeta.
“ Es uno de esos amores
de los que siente celos, Dios.”
y para amargarnos la vida
esta enfermedad nos dio.
Para que termine mi vida
dentro de esta habitación
y si aún esto sólo fuera,
bien nacido fuera Dios;
pero en su furiosa venganza,
trata de hacerme olvidar
mi pasado junto a vos.

Vos, esa hermosa gardenia
a la que el bolero cantó.
Vos, esa Dama de Noche
que en aroma se transformó.
Y son estos breves instantes
en que recobro la razón,
y recuerdo quien es vos.
Cuando descubro
que el amor a veces,
es incluso más que Dios.


Epilogo.
Esta carta fue hallada
en un oscuro rincón
y por tanto olvidada
por quién fue su redactor.
Cuántos fueron preguntados,
negaron su redacción,
por lo tanto la Gardenia,
nunca sabrá el amor,
que por ella suspiraba
nuestro desdichado redactor.